Suelo comenzar estas columnas deseándoles buen día, buena semana o buena vida. Lo que prefieran. Todo. Y es que creo que es importante cuidar con exquisitez una franca actitud de respeto hacia todas las personas con que nos encontramos y desearles que, en lo suyo, les vaya lo mejor posible. Al fin y al cabo, una sociedad de personas más satisfechas es un grupo humano más vivible. Y una comunidad amargada, más tarde o más temprano, siempre da problemas.

Con todo, pues hoy no va a ser menos, y les deseo que les vaya bien en este sábado de marzo, en el que ya faltan poco más de dos semanas para la primavera. Tengo algún jazmín cercano verdaderamente desbocado, por aquello de las temperaturas anómalas que hemos tenido buena parte del invierno. Solo espero que no vengan ahora grandes fríos o grandes heladas, y que lo que prometía ser precioso se quede en una explosión efímera de flor que, enseguida, sea destrozada por una rápida vuelta al invierno.

En fin... Lo que tenga que ser, será. Y si este año no hay verdadera y prolija explosión de flor, ya habrá otros en que podamos disfrutar de tal maravilla. Y, aunque no fuese así, miren... que nos quiten lo bailado. Que por flores bellas que hemos disfrutado, tampoco habrá queja alguna...

Y es que es más fácil vivir agradeciendo las posibilidades que nos da la vida, la Naturaleza y los demás, que tratando de poner puertas al campo y lastimándonos mutuamente por poco que consideremos que el otro nos agrede. Soy de los que piensan que, como comunidad humana, debemos dotarnos de un buen sistema de protección de los derechos de todos nosotros y nosotras, de toda índole: derechos humanos, socioeconómicos, culturales... Y que, a partir de ahí, todo lo que organicemos juntos lo hagamos para vivir mejor, y no para imponer cortapisas, límites que hacen profundamente infeliz al otro o provocan exclusión o marginación.

Con todo, en estas claves estoy pensando ahora en la polémica desatada por la organización Hazte Oír, empeñada en replicar contra la transexualidad y, en particular, contra la transexualidad infanto-juvenil. Algo que es una realidad y cuya negación implica, directamente, sumir en desgracia a las personas que tienen tal característica personal. Al fin y al cabo, nadie asume ser transexual por gusto, sino porque es parte de su realidad más íntima. Y una mayor claridad sobre este asunto -el de la transexualidad- no va a hacer daño a nadie, ni provocar virajes en la condición íntima de cada cual.

La posibilidad de que la persona elija vivir su identidad sexual más cerca de su realidad personal no reduce la esfera jurídica de nadie. Y, por supuesto, la amplía. Y así, quien quiera hacer uso de ese derecho a que le sea reconocida su transexualidad no está lastimando a nadie ni provocando una debacle en la condición íntima personal o colectiva, tampoco, de ser humano alguno. Ser transexual es algo personal e intransferible, y que no puede ser objeto de crítica u opinión de nadie. Es de la persona y ya está. Sea mayor, joven o niño.

Por eso soy de los que no entienden la postura de Hazte Oír y, en particular, su agresiva campaña publicitaria. Lo que dicen no es ajustado a la realidad y, por encima, vulnera las disposiciones de la Organización Mundial de la Salud en materia de transexualidad. Es algo que dimana directamente de una peculiar interpretación de una fe, absolutamente respetable en tanto que propia de un grupo humano digno de tal respeto, pero que no puede tener la aspiración de que sea asumida por la comunidad o de que sea utilizado como arma arrojadiza contra los otros. Si, según tu fe, las cosas son de una manera -siempre y cuando no sea incompatible con la ley o con los derechos de terceros-, pues fantástico. Bienvenido o bienvenida al club de los hombres y mujeres libres. Pero si eso implica la crítica feroz hacia aspectos íntimos de terceros... ¿de qué vas? Ciertamente, cada uno tiene que tener la capacidad de vivir la vida a su manera, muy por encima de todos estos dimes y diretes sin base científica y social, y que sólo lastiman la vida de los demás.

Estoy seguro de que, explicándoselo bien a los promotores de la campaña, podrán entender que ese no es el camino... Porque, como digo, ningún niño o niña juega a ser transexual porque haya una mayor información sobre ese asunto. Es algo muy serio, íntimo, y que no debe ser base para lastimar a las personas con los mensajes simples de una campaña que nunca debió tener lugar.