En España, llevamos al menos diez años sufriendo la peor crisis económico-financiera que este país sufrió a lo largo de su historia, y de verdad que las hubo de gran intensidad y duración, desde el reinado de los Austrias y continuando por algún momento en la etapa de los Borbones.

A raíz de la crisis que surge con el final de la guerra civil española, se promulga la primera Ley de Cooperativas (1942), conscientes aquellos legisladores que el cooperativismo podría ser una fuente importante de generación de puestos de trabajo y de redistribución de la escasa riqueza que existía en este país.

Uno de los mayores problemas existentes en aquellos momentos y en los años siguientes era el del hambre. Nuestros campos estaban deshechos, nos faltaba la juventud necesaria para trabajarlos y la maquinaria no se sabía de su existencia. Las semillas eran caras y, en consecuencia, el fruto de las mismas era prohibitivo para la inmensa mayoría del pueblo español. El cooperativismo agrario, sobre todo a partir de los años cincuenta, vino a mitigar en gran parte estas carencias, mediante la unión de las familias campesinas y ganaderas en fuertes estructuras empresariales, que lo conseguían uniendo sus tierras, su maquinaria y su ganado, sobre todo en aquellas zonas donde la concentración parcelaria todavía no había llegado ni se le esperaba en muchos años. De esta manera, surgieron en Galicia importantes empresas cooperativas que permitieron un desarrollo sostenible del campo, como han sido: Feiraco, S. Coop; Leyma, S. Coop., Coren, Xallas de Santa Comba, etc., etc. Pero es evidente que su desarrollo no sería posible sino hubiese detrás la iniciativa de los mismos agricultores de crear sus propias instituciones de crédito, las famosas Cajas Rurales y las Secciones de crédito de muchas cooperativas agrarias. Los socios abrían una cuenta de ahorro, por la que se le abonaba un interés, y la totalidad de los fondos de la cooperativa se llevaba a una institución financiera, que le abonaba unos intereses que les iba a permitir retribuir el capital de los socios depositado a un interés mayor que se le abonaba en cualquier banco, así como facilitarles créditos a un interés menor que los que se cobraban en el mercado financiero.

No me cabe la menor duda, que las cooperativas agrarias, junto con las Cooperativas de Explotación Comunitaria de la Tierra y del Ganado, con la facilidad de conseguir prestamos asequibles, fueron los motores que hicieron posible que este país saliera del atasco centenario en el que se encontraba, por la ineptitud, en la mayoría de las ocasiones, de los políticos que dirigieron a la Nación que en su momento representó ser el mayor imperio del mundo.

Todo esto viene a cuento a que, hoy por hoy, vemos que nuestra juventud abandona el campo, las tierras de cultivo están abandonadas, las granjas no son rentables, las importaciones de aquellos productos clave para Galicia nos invaden, y ningún Gobierno establece medidas concretas y urgentes para fijar población en el medio rural, y no se dan cuenta que: "la empresa cooperativa es una solución a los tiempos de crisis", como lo fue antaño y como lo seguirá siendo, siempre que tengamos una Administración que piense más en el ser humano y en el interés general, y no tanto en los intereses de determinados dirigentes de los partidos políticos.