Ni se te ocurra!, sugirió mi acompañante cuando en un bar de Ribes de Freser (Girona) iba a cambiar, con un rotulador dibujando una simple flecha que alterarse las líneas, el póster de Presos políticos por el de Políticos presos. Ciertamente el tono del local era de catalanismo a tope con carteles como L'escola en catalá ara i sempre, y un pasquín Referendum 2017 Sí - Sí. Hay zonas de Cataluña, las del norte e interior y las más alejadas de las metrópolis, donde el independentismo tiene fuerza, acoquinando a los que no piensan igual. He palpado que el fraccionamiento por este motivo ahora se nota socialmente -se habla con recato desconfiando del vecino de la mesa de al lado, o disimulando para no perder clientela- y familiarmente también hay prevención para no discutir ni acabar insultándose, como me confiaba un amigo, catalán de cabo a rabo, que ha de soportar que su propia madre le llame mal catalán y traidor porque no respalda el independentismo. Hay tensión social y política. Y si te rallan el coche o aparecen pintadas en tus locales, a tragar saliva. Los rupturistas están envalentonados, los otros aguantan, hasta que haya una gran concentración o lleguen unas elecciones donde secretamente puedan manifestarse con libertad.