Al principio me sorprendió la denominación de "leche negra", e interiormente me sonreí por tal adjetivo aplicado a producto que destaca por su blancura, cuando se habla de aquella leche que llega fraudulentamente al mercado, aunque mejor es decir de forma irregular.

De ello se habló hace poco cuando la Xunta hizo público que se había detectado la entrada irregular de 10.000 toneladas de dicho lácteo desde Portugal. Lo que también me sorprendió en la información es el hecho de que aunque se comprobó el paso de esos cargamentos desde el país vecino, no se bloquearon ni inmovilizaron esos transportes -son 317 camiones cisternas los que la Consellería de Medio Rural lleva contabilizados desde 2015- que se dice pronto.

Lo que puede parecer inexplicable se justifica -eso dice la información- porque esas irregularidades no son lo suficientemente graves y todo va a quedar en la denuncia de una infracción por ausencia de permisos y documentación de su origen y compra para la pertinente sanción administrativa. Vamos, que la cosa no se considera tan dañosa ni para la salud de los posibles consumidores ni para la estabilidad del mercado, aunque habría que oír qué es lo que opinan los sufridos ganaderos gallegos.