En el origen del revoltijo está, no se olvide, una moción de censura sin más objetivo ni programa de gobierno que echar a Rajoy a cualquier precio y con los apoyos de todos aquellos a los que Rajoy había ganado en las elecciones de junio de 2016. Pues bien, ya se ha ido Rajoy de la política a su registro de Santa Pola y queda Sánchez sin adversario y con todo el BOE a su disposición para lo que guste hacer. Formó un gobierno acogido con suficientes aplausos y general respeto pero al minuto uno el primer fiasco y algún otro de camino porque Sánchez jugó a ángel exterminador de la corrupción y sus exigencias le han estallado en la cara. "Si alguien en mi partido tiene una sociedad interpuesta para pagar menos impuestos, estará fuera al día siguiente", dijo Sánchez y la frase le obligó a fulminar a Huerta. "Ningún imputado se sentará en mi gobierno", dijo Sánchez y por eso le piden que cese a Planas. Sánchez se comportó como un inquisidor y ahora los inquisidores le salen al paso dejándole en evidencia. Huerta no delinquió, Rajoy y su gobierno tampoco, simplemente fue sancionado por un comportamiento fiscal usual en quienes perciben semejantes remuneraciones. Hacienda detectó el intento, Huerta pleiteó, perdió y pagó lo que correspondía. Planas está simplemente imputado, parece que por poco tiempo pero lo está, es ministro y le piden su cese. Sánchez presentó la moción porque Rajoy amparaba a un partido corrupto, elevó el listón y le van a levantar sospechas y a rescatar de la hemeroteca enredos un día sí y otro también. Más importantes que los fiascos han sido las renuncias admitidas ya en su primera semana de gobierno. La ministra Batet, ya en su toma de posesión, exigió y ofreció una reforma urgente e imprescindible de la Constitución para acomodar al independentismo y contentar a Torra. Quedó en evidencia en horas reconociendo que la reforma no era posible con 84 escaños. Ni recuperar contenidos del estatuto catalán declarados inconstitucionales. La ministra Valerio también replegó velas sobre la derogación de la reforma laboral. Ya dialogaremos. La ministra Montero, de Hacienda, renuncia a subir impuestos y como todas las áreas económicas habrán de moverse con los Presupuestos de Rajoy y con las limitaciones que impone Bruselas, pues nada nuevo salvo algún retoque menor. Muy menor porque para eso está Calviño. Renuncias importantes que obligan a Sánchez a silenciar sus iracundas y globales críticas a los desastres, recortes y desigualdades del gobierno Rajoy. Y ¿qué queda de su discurso de oposición? Queda Robles en Defensa conservando a altos cargos, CNI entre otros, de Rajoy; queda Borrell que en exteriores y en la UE no hará cosas distintas aunque sí mejores pero, en ningún caso, rupturas ni estridencias y vuelven veteranos como Triana y Granados a dos importantes Secretarías de Estado. El gobierno de Sánchez se feminiza pero no se rejuvenece. No valoro, sólo describo. En interior Marlasca anuncia un par de gestos. Un traslado de los presos por el procés que ya se verá y la retirada de las concertinas, las cuchillas de las vallas en Ceuta y Melilla, que veremos en qué termina. La ministra de Justicia "quiere un ministerio eficaz y próximo donde militemos por la cooperación internacional y con América Latina", bien. Y en fin, la vicepresidenta Calvo se lanza de cabeza a la operación Aquarius con un discurso que parece inaugurar una era de decencia y razones humanitarias en España. Las mismas que durante años movieron a anteriores gobiernos a recoger a miles de inmigrantes en las costas andaluzas y canarias.

Un revoltijo de fiascos, renuncias, gestos, facundia y nombramientos que arrancan de una moción de censura insuficientemente fundamentada y sin programa.