Nuevo sábado que compartimos, negro sobre blanco, en este rinconcito de opinión que, a modo de cordón umbilical, nos conecta un par de veces a la semana desde hace más de dieciséis años. Como de costumbre, espero que estén bien, y que sigan disfrutando del arte y la ciencia de ir viviendo, sin agobios, aprovechando lo bueno y, cuando toque, sabiendo poner al mal tiempo buena cara.

Es importante, amigos y amigas, porque esto de la existencia es efímero y sujeto a veleidades del destino que nos pueden cambiar el guión en cuestión de segundos. Y, como muestra, un botón. Les cuento que anteayer, de camino a la ciudad, un desplazamiento por carretera sin mayor dificultad se me vio truncado por el impacto con un jabalí de gran tamaño. El coche terminó en el taller, y nosotros de vuelta a casa en taxi. Y, ¿saben qué? Que lo bueno es haber vivido para contarlo sin un solo rasguño ni complicación adicional, y lo demás... qué mas da... Y, de paso, congratularnos de vivir en un país en el que, en cuestión de pocos minutos, una bien engrasada maquinaria se organizó para solucionar el problema. Desde los atentos agentes de la Policía Local de Bergondo, que nos acompañaron en todo momento, hasta el personal de la entidad de Asistencia en Carretera, el equipo de la Guardia Civil de Tráfico, perteneciente a la Agrupación de Perillo, el conductor de la grúa de M. Rey y el amable taxista que nos transportó. Y, además, otro atento y anónimo usuario de la carretera que, en dos segundos, paró su vehículo y se interesó por nuestro estado y por qué podía hacer. A todos ellos, ¡gracias por haber convertido tal contratiempo en algo bonito!

Y es que, convénzanse, esto de vivir va en serio. Por eso no se me despisten demasiado con querencias infinitas y perrenchas de poca monta, y gocen de las gentes, asómbrense de lo que no conocen, y háganle la vida más fácil a aquel a quien puedan apoyar. Sigo pensando que esa es la más pura receta de la felicidad, siendo consciente de que la percepción de la misma es un ámbito muy personal, que a cada uno se le antoja de una manera diferente y que, consecuentemente, cada quien a su aire -desde el respeto a los demás- vivirá.

Es por eso, por la profunda diferencia en la que creo como identitaria en cada uno de nosotros, así como por la gran carga conceptual que tiene para mí esto del sentido de la vida, que huyo de fórmulas preestablecidas, simplificaciones extremas y modas más o menos estables o pasajeras que, siempre, van acompañadas de intereses espurios. Si a eso sumamos que la vida para mí, como les he contado ya más veces, es una línea siempre sugerente y por escribir, más que una sucesión de eternos círculos periódicos tachonados de hitos asumidos, entenderán que estos días ande un poco ajeno a aquello de la festividad del Blas Fraile. ¿Cómo? ¿Qué no saben lo que es? Pues algo así como una nueva suerte de borrachera de la compra porque sí, jaleada desde quien más tiene que ganar en ello, que consiste en aliviar la carga de stock de los gigantes, y a la que yo llamo así de forma jocosa y un tanto crítica. Un B lack Friday que viene de lejos, con intención de quedarse, y que supone una especie de presión adicional sobre el consumidor -ya no la persona o el ser humano- para alienarse en las modernas catedrales de la religión de comprar. Una patada en el culo a la lógica de adquirir lo que quieres cuando consideras -en libertad- que lo necesitas, transformada en ocio o compulsión, o todo a la vez...

Sobre esto hablaba yo con un grupo de estudiantes del IES "Salvador de Madariaga", con el que tengo ocasión, suerte y honor de compartir algunas semanas de este viaje vital, reflexionando sobre recursos, sostenibilidad, desarrollo y crecimiento... Elementos científicos, sociales y humanos que tienen que ver con la magia de la Economía y todo lo beatífico que esta puede producir sobre nosotros, pero también a veces con una parcial interpretación que no pone la misma al servicio de nuestras cuitas, sino que genera nuevas dificultades y barreras para una felicidad más inclusiva y universal.

Blas Fraile que, desde mi punto de vista, nos sume aún más de lo que ya estamos en una realidad de máxima concentración de la riqueza, que despedaza las iniciativas pequeñas y medianas en beneficio de unos ya imparables gigantes del consumo, y que da así una vuelta de tuerca más en el camino de la desigualdad. Orgía del consumo que amenaza el medio ambiente, y que redunda en un estado de la cuestión que nos lleva a las obsolescencias programadas, a la cultura del envoltorio y a una mera satisfacción compulsiva en el hecho de comprar, por encima de cualquier otra consideración. Un modelo con el que quizá usted concuerde y con el que, en aras de su propia libertad, tiene usted legítimo derecho a sintonizar mejor que yo. ¡Faltaría más! En cualquier caso, ya sabe, le aporto mi punto de vista para crecer juntos, en ese proceso tan hegeliano de la tesis, la antítesis y la síntesis, que tan buen resultado ha dado siempre a la noble tarea de pensar.