Buenos días tengan ustedes. Hace poco tiempo hablábamos de lo poquito que quedaba para el final del verano, el principio del otoño u otros hitos que el calendario se ha ido tragando sin compasión. Luego empezó diciembre, y les aseguraba que "en dos patadas" finiquitaríamos el año 2018, con todo lo bueno y lo malo que este nos ha traído. ¿Siguen sin creérselo? La fecha de esta columna, 12 del 12, es suficientemente significativa para que nos concienciemos de lo verdaderamente poquito que queda para añadir uno más al cúmulo de años que nos ven crecer y desarrollarnos juntos. Y es que esto, por mucho que uno se empeñe en no perder el sosiego, la tranquilidad y una cierta lentitud buscada y deseada en su ritmo vital, sigue a toda máquina...

Y, mientras giramos en torno al Sol, la realidad se va entretejiendo en torno a nosotros, con historias importantes y otras más propias de la mera cotidianeidad. Con grandes gestas, descubrimientos indispensables, modas pasajeras, historias propias y ajenas, y muchísimo ruido, que lo liga todo como un omnipresente tejido conectivo que nos envuelve, conecta y separa. Y es que no olviden que existe toda una industria de las cosas que se cuentan, donde nos incluimos todos los que, de alguna manera, aspiramos a comunicar algo, más todos los cantos de sirena que nos proponen, venden o alquilan productos o servicios. Sonidos, además, de los que quieren concitar nuestra atención, recabar nuestro voto o posicionarnos a favor o en contra de algo.

Así las cosas, estas criaturas humanas a las que mi amigo marciano nos tiene tanto apego a la vez que curiosidad, nos pasamos el día emitiendo mensajes. A veces con mayor fortuna, rayando en la perfección técnica, y a veces de forma mucho más grosera. En ocasiones utilizando un lenguaje de alta calidad, desde todos los puntos de vista, y a veces escasamente desde ninguno. En algunos momentos, comunicando muy racionalmente y con gran alharaca de recursos pedagógicos y didácticos, y otras dejando al lenguaje gestual, o mismo a nuestros silencios, la capacidad de decírnoslo todo. La vida es así...

Y a veces, sinceramente, metemos la pata. Y mucho. Y esto creo que es lo que le ha ocurrido al Presidente del Atlético de Madrid, señor Cerezo, cuando en vivo y en directo contesta a una periodista con una media sonrisa un tanto pícara, un tanto provocadora, explicándole que él "no habla de dinero, porque es de mala educación, y menos con una mujer". Un episodio que le ha llevado directamente al candelero, pero no por su sagacidad, su contribución a lo de todos o su inequívoca buena gestión. Ha sido, lisa y llanamente, por una "salida de pata de banco" con la que quizá buscaba ganar tiempo ante una pregunta incómoda, sorprender a la concurrencia con lo que creyó que era desparpajo, lanzar un guante de adolescente seducción o, simplemente, desviar la atención.

El caso es que tal mensaje, en estos tiempos donde la corrección política es inexcusable como primer peldaño en una escalera mucho más ambiciosa en materia de abordaje de un machismo casposo, dañino y lacerante, ha caído mal. Y no me extraña. Porque, racional y sinceramente, ¿de qué quiere hablar entonces el señor Cerezo con una mujer, profesional realizando su trabajo? O, visto desde otro punto de vista, ¿acaso no está entonces capacitada esta periodista, por ser mujer, para hablar de dinero?

Miren, las mujeres pueden y deben hablar de todo, exactamente igual que los hombres. Hay mujeres que claro que hablan de dinero cada día, otras de deporte, otras de física cuántica y otras de la taxonomía de la liebre de monte. Hay mujeres que hablan de cocina, otras de leyes, muchas de medicina y las cosas de la salud y la enfermedad, y bastantes de comunicación o de seguridad del Estado. Hay mujeres que hablan y entienden de cine, de ese que tantas alegrías económicas le ha dado a nuestro protagonista de hoy. Hay mujeres que hablan de fibras textiles, otras de ergonomía, muchas otras de cinética química o de seguridad alimentaria y un número nada despreciable de ellas lo hacen de chapa marina, oxicorte y fabricación de buques ro-ro. En definitiva, sí, hay mujeres que hablan absolutamente de todo, y no solamente hablan, y hablan bien, sino que producen, patentan, dirigen, operan, inventan, plantean, generan y destacan. Cualquier mensaje que se dé desde una palestra pública ha de reforzar esta cuestión porque, lamentablemente, hay personas -muchas- que por su enorme ignorancia, siguen considerando a las mujeres como algo menor, seres al servicio del hombre o meras asistentes del género masculino. Tal concepción, que muchos entendemos propia de épocas oscuras, sigue ahí, e ilumina y produce muchos comportamientos. Muchos de ellos, deleznables. Por eso hay que no cejar en el intento de poner las cosas claras, sin dejar de sumar. Y no puede ser que un referente -y un Presidente de una sociedad deportiva que aglutina a muchas personas no deja de serlo- tenga un desliz de semejante calibre.

Estoy seguro de que este señor, al que no conozco de nada ni de cuya existencia apenas nada sé -ya saben que considero desmesurado el rol que se le da al fútbol-espectáculo y a sus actores en la sociedad de hoy- pedirá perdón y todos contentos. Bien. Perfecto. Ya habrá pasado. Pero no podemos dejar estas cosas sin su necesaria rectificación, porque todos somos responsables de los valores que traspasemos a las generaciones que -ya- vienen detrás de nosotros. Avanzar en igualdad y reducir este machismo recalcitrante, construido también a partir de este tipo de errores, es necesario, urgente, importante e inaplazable. Ese es mi único faro al escribir estas líneas.