Quién habría dicho hace solo unos años que íbamos a asistir en Europa a un peligroso resurgir nacionalista como si se nos hubiesen olvidado tan pronto las funestas lecciones de la historia?

Lo hemos visto en el Reino Unido con el Brexit; en Italia, con la Lega, de Salvini; en Hungría, con Víctor Orbán; en la Polonia del partido Ley y Justicia, de Kazynski; en Francia, con el Rassemblement National, de Le Pen, y ahora aquí, para sorpresa de quienes pensaban que estábamos vacunados, también con Vox.

Hay un intelectual israelí, Yoram Hazony, parte de un grupo de filósofos y politólogos ultraconservadores, que ha intentado formular en un libro de reciente publicación las bases teóricas de ese nuevo orden ultranacionalista.

Hazony, que preside el instituto Herzl, de Jerusalén, es autor del libro El valor del nacionalismo, que, según cuentan los medios, está teniendo enorme éxito entre los partidarios de Donald Trump en EEUU, donde consideran al autor casi un profeta.

La tesis del autor israelí es que los derechos y las libertades individuales están mejor protegidos por los Estados nacionales frente a las organizaciones supranacionales y supuestamente totalitarias como la Unión Europea.

Son tesis que encajan perfectamente con el objetivo que parece haberse propuesto el exideólogo de Trump Steve Bannon en su actual campaña para unir a las derechas europeas, algo para lo que fundó junto al abogado belga Michael la organización The Movement (El Movimiento).

Su propósito inmediato es ayudar a esas derechas a obtener la mayoría en las elecciones europeas del año que ahora empieza, con lo que se debilitaría desde dentro a una UE que detesta por tecnocrática, cosmopolita y elitista.

Para ello no dudará su organización en utilizar métodos que ya dieron resultado en Estados Unidos como son la desinformación y las mentiras propagadas a través de las redes sociales y sobre todo mediante troles como los utilizados con tanta desvergüenza como éxito por la compañía británica Cambridge Analytica.

El líder de la Liga italiana, Salvini, y el jefe del Gobierno húngaro, Orbán, serían los portaestandartes de esa nueva derecha ultranacionalista y autoritaria, que agita el doble espantajo de la inmigración incontrolada y el cosmopolitismo de unas elites que quieren acabar con la identidad y los valores europeos.

Debilitado como está por la amplia y violenta contestación interna el presidente francés, Emmanuel Macron, en quien muchos habían depositado esperanzas hoy defraudadas, y con Angela Merkel, ya de salida, no parece que haya en este momento figuras europeas de talla para hacer frente a los nuevos demagogos de la ultraderecha.

En un favor postrero a sus socios de la UE, podría, eso sí, la canciller federal alemana salvar su legado, lastrado por una insensible política de austeridad, con una campaña de inversiones públicas a fin de renovar las envejecidas infraestructuras y combatir el paro, sobre todo el juvenil, en toda Europa. Pero ¿sería ya suficiente?