La gastronomía es el gas de la vida, aunque, en Europa, gobernada por mediocres y sin virtud, no parecen apreciarlo. Cuando los europolíticos nos visitan, ponen de manifiesto que sus estómagos no son aptos para la gastralgia. Después de probar nuestros espectaculares solomillos, del ganado negro de Limia o de la rubia gallega, como el chuletón de Cangas, saborean la confidencia rutilante del tasajo. La Coruña es una ciudad gastronómica en permanente actividad. Desde la calle de la Estrella hasta María Pita está cotidianamente abierto un cauce urbano hervoroso de gente, donde las carnes vernáculas y el marisco -¡ay, el marisco!- mantienen su sabor natural, sin deconstrucciones culinarias, ni léxicos cabalísticos, ni fonética francesa. Saborear una vieira al horno es como un máster en materia culinaria. La norma ancestral se mantiene rigurosamente en la variada repostería, que suele rematar una mesa bien servida. El 28 de diciembre se reunieron en Padrón los 'Xantares Cunqueiráns' -lo vienen haciendo desde 1991, fecha en que Álvaro Cunqueiro recibió el homenaje de la Letras Gallegas- en honor del insigne mindoniense, ingenio incomparable, gallego de excepción, que sabía comer bien y explicarlo. El menú, "de raíz Venatoria y Coquinaria", evocó la memoria de otro grande de la cocina, el coruñés Picadillo, al cumplirse cien años de su fallecimiento. Consistió en la siguiente comida: consomé de pombo con foie, pastel de perdiz trufada, conejo en salsa verde, perdiz al espeto, asado de jabalí a la menta. Y becada asada con boletus. Postres variados, casero y queso de sierra. La gastronomía, como la entendieron los Nobeles Neruda y Miguel Ángel Asturias, en su obra escrita al alimón Cenando en Hungría, y aquí lo hicieron Cunqueiro y Picadillo, hay que incorporarla a los grandes temas que Borges señalaba para la literatura: infancia, exilio, muerte y memoria. La Coruña tiene mucho que ofrecer en la gastronomía y a la literatura. No hay quien se resista a sus fogones, inseparables de la alegría de vivir, esa emoción que libera a los coruñeses de sus servidumbres.

Otrosí digo

Hay que rescatar las tradiciones, rescatar al cocinero y huir de los alquimistas. Mundo adelante, de modo singular en la América hispana, suele salir a saludar al salón comedor con su gorro blanco, al que dieron carácter histórico Rabelais, Moliere y Anatole France. En el gorro, en su vuelo, se confina el viento de inspiración de sus recetas