"Una reconquista de seis siglos no es una reconquista" .

José Ortega y Gasset

Ya se habrán dado cuenta, reconquistar está de moda, no me digan que no tienen nada que recuperar: un trabajo, un viejo novio, una casa que nunca fue suya, un cerro de ilusiones perdidas. Pónganse a ello, que nos están animando con ganas los señores estos, los nuevos, los que hablan de reconquistarlo todo, ya sea hoy Granada, mañana Burgos o Lugo. Desde hace unas semanas el que no se plantee como objetivo vital reconquistar algo está pasado de moda; pero para obedecer a estos iluminados hay que recordar lo que dicen que hicieron sus antepasados -no sé si los míos estaban en el ajo- un cerro de siglos atrás, cuando se supone que los suyos reconquistaban. Con las fantasías que nos cuelan de rondón, convendría que nos contasen también algunas verdades.

En primer lugar, no sé la razón por la cual no hay que reconquistar territorios ocupados a sangre y fuego por los romanos. Sí, ya sé que nos trajeron lengua, derecho, arquitectura y demás hierbas; pero nuestros antepasados de los castros y citanias algo tendrían que decir al respecto. Aceptemos, pues, que algo bueno habrían dejado las legiones, aunque solo fuere el latín vulgar o las ciudades amuralladas, con acueductos. Tampoco sé si las invasiones de suevos, vándalos, alanos, godos, visigodos y demás mezclas fueron positivas o no, por lo pronto nos dejaron topónimos y la iglesia de Santa Comba de Bande (Ourense) del S. VIII.

Ellos solo tienen dos fechas, 711 y 1492, dos hitos del nacionalcatolicismo, pero ya tienen todo abanderado, a no ser que intenten reconquistar Cuba, Puerto Rico y Filipinas, como antesala de otra posible desde el Caribe a la Patagonia.

Lo que les hace pupa es que el triunfante catolicismo aún esté dolido desde que don Rodrigo, rey católico y visigodo, fuese derrotado en Guadalete y que pudiese morir en Lusitania. Les duele que en aquella batalla librada en un valle tan raquítico en el que no cabrían ambas tropas se enfrentasen las dos iglesias cristianas del momento, los arrianos del antiguo Prisciliano -para los que Jesús no era dios- y los trinitarios obedientes a Roma -que ya creían en el dios uno y trino- polémica que ya venía de siglos antes, calmada por Witiza y en el XVIII concilio de Toledo, cuyas actas casualmente han desaparecido. A su muerte los arrianos piden ayuda al gobernador godo de Tánger, Tariq, que acude con jefes militares como el que ha pasado a esta historia como el traidor conde don Julián. Las calicatas no dan señales de tantos caballos y caballeros en aquel recoleto, los arrianos son hospitalarios con los recién llegados que no saben nada del islam hasta 140 años después. Todo un lento cambio que llega a un Abderramán I de tez blanca y ojos azules emparentado con damas navarras. Somos mestizos y muy mestizos, España no ha sido siempre católica subvencionada ni se forjó gracias a ninguna reconquista.