Recuerdo que Bibi estuvo encarcelada durante nueve años, en una dramática espera para ser ejecutada, principalmente por ser cristiana en Paquistán. Desde el pasado noviembre se encuentra bajo custodia debido a las amenazas de los islamistas radicales. Este es sin duda un desafío que las sociedades de mayoría musulmana deben afrontar en el futuro, empeñándose en la erradicación de los radicalismos. El marido de Asia Bibi, acompañado de algunas organizaciones, no ha cejado durante todo este tiempo en el empeño para dar visibilidad al caso y denunciarlo.

El final feliz no evita el necesario examen de conciencia de la comunidad internacional, que salvo algunos apoyos contados, ha mantenido un ominoso silencio sobre la situación. Está por ver todavía si Asia Bibi podrá salir del país, a dónde y de qué manera. En realidad, su caso ha sido paradigmático de lo que muchos cristianos viven a diario. Ojalá que suponga un punto de inflexión para avanzar en el camino, todavía lleno de dificultades, del reconocimiento del derecho fundamental a la libertad religiosa y el respeto a las minorías.