María: "Hay errores que se pagan al instante y errores que se pegan y no hay manera de quitárselos de encima. Los primeros no me han hecho mucho daño porque tuve la oportunidad de pedir perdón a tiempo o de dar marcha atrás antes de llegar al precipicio. Los segundos son más peligrosos porque no te das cuenta de que estás metiendo la pata hasta que ya es demasiado tarde. Y las personas que, como yo, contienen multitudes, están desprotegidas contra ese tipo de tropiezos que no te esperas y te desesperan. Hay muchas mujeres dentro de mí con una historia que contar y no sé cuál de ellas será la última en apagar la luz. Está María la calculadora, racional y firme, con las ideas claras. Está la María visceral e impulsiva, vulnerable y contradictoria. Las quiero a ambas. Está la María solitaria que prefiere tomarse un vino en la terraza mirando las estrellas sin que nadie la moleste ni perturbe su armonía, y está la María que necesita estar acompañada, perder un poco el juicio y mandar los prejuicios al infierno intentando que las noches pasen despacio y las pieles se olviden rápido. Está María que aún conserva ilusiones y la María que ha ido dejando sueños en el trastero, la que presume de amigas y la que renuncia a ellas. La María que disfruta con su trabajo y la que llega a casa preguntándose por qué pierde el tiempo haciendo lo mismo con distintos memos. Está esa María que sabe jugar a las adivinanzas y la que ha perdido el respeto a sus intuiciones. María puede ser alegre, tierna y candorosa, pero, cuidado, el mismo día se puede convertir en alguien triste, granítico y frío. Todas ellas y más conviven en mí, de ninguna me avergüenzo y a todas las respeto. Sus errores me pertenecen, pagados o pegados. Son mis amigas y aceptan que llegue a ser su enemiga".