No soy en absoluto una entusiasta del comunismo de estado ni nada que se le parezca, sin embargo, pienso que el capitalismo está haciendo aguas por todos lados. Es como una especie de barco cuyo casco se está resquebrajando desde hace mucho tiempo, pero que se va reparando casi en el momento para poder continuar sin mirar atrás.

El problema es que en el intento por sanar esas heridas, nadie se ha parado a preguntarse por qué la embarcación se estaba deteriorando de esa forma.

Hay varios motivos por los que nuestro sistema capitalista está desapareciendo al mismo ritmo que la nave se abre en boquetes. Por una parte, el crecimiento económico busca cada vez más y más formas de extraer beneficios de la tierra en que habitamos como si estos no tuvieran fin y, por supuesto, sin reparar en que nada puede ser eterno en un planeta que es finito de por sí. La amenaza del colapso de nuestros sistemas de soporte vital es mucho más grave y probable que cualquier guerra o crisis económica.

Otras causas por las que el sistema capitalista estaría abocado a desaparecer para siempre, se centrarían en que, en general, campamos y maltratamos a nuestras anchas el mundo, fabricando o consumiendo productos que dañan la tierra: ya sea por medio de la violencia hacia otras personas, por su consiguiente empobrecimiento, o simplemente por buscar un poder económico que en el fondo no es más que un poder político. El control de los recursos naturales conduce, tristemente, al control de las personas.

El premio Nobel de Economía, Joseph Sitiglitz, trató de distinguir entre dos tipos de capitalismo: el bueno „o aquel que crea riqueza„, y el malo „o el que se apropia de ella„. Es verdad que el capitalismo ha mejorado la economía de muchas personas, pero también lo es el hecho de que ha empeorado la de muchas tierras, mano de obra y recursos, en favor de impulsar el crecimiento en otros lugares. Debemos encontrar medios para generar bienestar humano, que sean mejores y menos perjudiciales que el capitalismo que conocemos hoy en día. Es verdad que no sabemos cuál es la solución a este problema brutal, pero estamos obligados a escuchar propuestas de pensadores y a hacer de ellas una alternativa. Resulta imprescindible que mentes económicas, políticas, medioambientales y sociales se pongan a trabajar por encontrar una solución para que pare el capitalismo y la vida continúe, en lugar de seguir como hasta ahora: parando la vida para que el capitalismo prosiga su camino.