Por si no nos hubiesen ya llegado suficientes señales de alarma sobre la silenciosa destrucción del planeta por culpa de la acción humana viene ahora un nuevo aldabonazo a sacudir nuestras conciencias.

Las conclusiones de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Ecosistemas son alarmantes: 680 especies de vertebrados se han extinguido en los últimos 500 años por culpa de la acción humana y hasta un millón más de especies animales y vegetales corren peligro de desaparición definitiva.

Las superficies urbanas se han más que duplicado solo en poco más de un cuarto de siglo; un 85 por ciento de los humedales han desaparecido y un 80 por ciento de las aguas residuales llegan sin purificar a la naturaleza con el consiguiente peligro para todos los seres vivos.

El mayor impacto negativo sobre la biodiversidad tiene que ver con cambios en la explotación de las tierras y de los mares: la agricultura industrial, gran consumidora de agua y energía, así como de productos químicos, y la sobrepesca.

Entre 1980 y el año 2000 el planeta perdió 100 millones de hectáreas de bosque tropical, uno de los hábitats más naturalmente ricos en especies, como consecuencia de la explotación ganadera en Latinoamérica o de las plantaciones de aceite de palma en el sureste de Asia.

A ello hay que añadir la amenaza que representa la sobrepesca para muchas especies marinas como el atún rojo o la de las especies invasivas, que, sacadas por el hombre de su entorno natural, acaban rápidamente con otras especies en el nuevo hábitat.

El remedio parece claro, a la vez que urgente, porque, como ocurre con el cambio climático, el planeta no puede esperar. Es precisa, según los científicos, una política medioambiental proactiva. No se puede seguir con el business as usual.

Se requiere un cambio radical de los procesos productivos, sobre todo en la agricultura y la ganadería, y también en los transportes, privilegiando los colectivos como el tren o en lugar del automóvil particular, y, claro está, en nuestros hábitos alimentarios y de consumo.

Cambio climático y desaparición de las especies van de la mano, y no puede ser que la mayoría de nuestros políticos, respondiendo más a los lobbies de la industria que a las necesidades reales de los ciudadanos, aplacen con cualquier excusa por más tiempo la lucha contra ambos fenómenos.

Claro que poco avanzaremos mientras el mundo siga en manos de políticos negacionistas como el presidente de EEUU, Donald Trump, a quien importa más la construcción de nuevos oleoductos y la explotación del Ártico que el futuro del único hogar que tenemos.

Como nos advirtieron hace ya tiempo, y no dejan de recordarnos una y otra vez los científicos, no hay esperándonos un planeta B.