Siendo en España, querida Laila, técnicamente libre nuestro voto, como corresponde a una democracia por inmadura que sea, en las últimas elecciones generales estuvo excesivamente condicionado por dos problemas, abultados y manipulados según los intereses de unos y otros. Me refiero al conflicto con el secesionismo catalán y a la amenaza de que la extrema derecha pudiera llegar a formar parte o condicionar el gobierno del país, vista la experiencia andaluza. El primer asunto fue especialmente utilizado y exagerado por las derechas y el nacionalismo españolista más radical, que presentó como cómplices del secesionismo, como traidores a la patria y felones a los lideres de la izquierda, Pedro Sánchez incluido, llegando a excluirlos del presunto bando constitucionalista. La posibilidad o proximidad de irrupción de la extrema derecha, en cambio, fue utilizada a fondo por el partido socialista que logró alarmar a amplios sectores progresistas y demócratas y arrastrar voto presuntamente útil del considerado centro político y, al tiempo, de caladeros situados a su izquierda que, sin alarmas ni "catástrofes" a la vista, nunca irían al PSOE.

Es verdad, querida, que la realidad económica, social y política influye siempre en nuestro voto y así debe ser porque de eso se trata. Pero, en esta ocasión, fue una realidad intencionadamente hipertrofiada y manipulada para sembrar el catastrofismo y el miedo como elementos principales para conformar la decisión de voto. El voto fue legal y técnicamente libre, sí, pero condicionado mucho más allá de lo normal, en razón de una falsificación hiperbólica de la realidad política, creída por capas muy amplias del electorado que votaron principal y masivamente para conjurar esos dos grandes temores: Miedo a la ruptura de la unidad territorial de España y/o a la confrontación violenta de los nacionalismos, españolista y periféricos, y miedo a una involución, también violenta, hacia un régimen autoritario y antidemocrático.

Es probable que los resultados del 28-A tengan su efecto arrastre, pero ahora las elecciones son otras y, por tanto, también son otros el contexto y los posibles condicionantes del voto. Serán otros los miedos, las cauciones o los intereses. Otros y mucho más diversos, menos concentrados y, en consecuencia, menos susceptibles de crear un clima general y uniforme de crispación con gran capacidad de influencia. Podría decirse que el voto puede ser, de un modo general, más libre cuanto mas próximo y más al alcance de cada persona está el ámbito electoral porque, a mayor y más próximo conocimiento de la realidad concreta, menos posibilidades hay de generar y explotar el miedo y más difícil resulta distorsionar interesadamente la realidad. Cierto, pero también es verdad que las relaciones más próximas entre electores y elegibles pueden generar mecanismos más fuertes y directos para condicionar la voluntad de los votantes. Por ejemplo, las amenazas o las promesas de dádivas muy concretas, próximas y personalizadas pueden arruinar en muchos casos la libertad efectiva de voto y facilitar su compra-venta. Esto valdría más para las municipales que para las autonómicas, mientras que los condicionamientos generales serían más eficaces en las generales o las europeas. Es decir, que el ideal, como la virtud, está siempre en el medio. Por ello me atrevo a decir que el voto estará más liberado en los municipios medianos y grandes y en las autonómicas, que en las generales y en los pequeños municipios. Pero además, querida, los resultados del día 26 servirán también para orientar, en un sentido o en otro, los pactos para formar gobierno, como todos esperan.

Un beso.

Andrés