Irrespetuoso y torpe Sánchez con el Senado haciendo presidente a Iceta sin ser éste siquiera senador. Empata con aquel Cosidó del PP, haciendo a Marchena presidente del TS y del Consejo General del Poder Judicial antes de ser nombrados los vocales llamados a elegirle. A ambos políticos les salió mal la jugada. Marchena renunció a presidir el TS y a Iceta le deja ERC fuera del Senado. Sánchez quería premiarle lanzando además, desde ya, su candidatura a la Generalitat. Y lo quería presidiendo el Senado por ser Iceta muy proclive a apaciguar al independentismo con audacia y sin muchos miramientos. ERC le ha dicho a Sánchez que aún está en deuda con ellos por la censura a Rajoy, que la investidura le saldrá cara y que nada de promocionar a Iceta. Muy ilustrativo todo, como proponer a dos catalanes, ella mucho mucho, para presidir ambas cámaras para satisfacción del PSC y supongo que para incomodidad, enfado incluso, de los dirigentes del PSOE andaluz, castellano, gallego o madrileño. El aviso de Sánchez es contundente, primero Cataluña, después nadie y luego los demás. Sánchez bendice claramente la asimetría territorial y la desigualdad de trato entre ciudadanos. ¿Pues qué pensaban sus votantes del resto de España?

El segundo nombre es el de Ternera, maldito él y cuanto le acompaña. Satisfacción con mayúsculas hubiera producido su detención años antes para no verlo tomando la palabra en el parlamento vasco. Su actual imagen decrépita, derrotada y enferma apenas si reconforta y, en cambio, siembra dudas sobre una detención tan tardía. Siempre tuve la impresión de que ETA, además de la estupidez y la barbarie de sus militantes y del cinismo criminal del nacionalismo vasco, evidenció no pocas carencias políticas y sociales e incomprensibles lagunas en nuestro ordenamiento jurídico. Me indigna, por eso, que Eguiguren y algún otro, lo presenten como "héroe de la retirada", un exceso literario digno de mejor causa.

Finalmente, Pérez Rubalcaba sobre el que muchos medios nos han regalado semblanzas con los excesos propios del género apologético. Dejo las críticas a un lado y me quedo con dos gratos recuerdos. Su discurso en el Congreso rechazando el Plan Ibarreche me pareció excelente aquel día y hoy al releerlo también. Aplaudo a aquel político por su sentido de Estado y su respeto a la Nación, a su historia y a su Constitución. Y otro aplauso, su retirada de la política activa volviendo a la Complutense sin puertas giratorias entre tanta golfería es un buen espejo en el que cualquier político debería mirarse.