Repartidas ya todas las cartas, querida Laila, debe comenzar la partida, para ser jugada concienzudamente. Mientras se barajaba, los jugadores se retaron, fantasearon y, sobre todo, farolearon hasta aburrir. Ahora, con las cartas en la mano, debe hacerse el silencio, pensar mucho, buscar el apoyo y complicidad del compañero de juego, entenderse bien con él y, sobre todo, trazar la estrategia más acertada para ganar la partida. La estrategia, ese plan general al que han de estar siempre supeditadas las tácticas.

Desafortunadamente llevamos muchos años ya sumergidos en un asfixiante "tacticismo" que ha llevado a todos los partidos a centrarse y jugar, nunca mejor dicho, con lo accesorio, olvidando lo esencial. Los esfuerzos, conocimientos, experiencias y costosos recursos de la política se han dedicado, con una enorme frivolidad, a cuestiones menores, coyunturales e irrelevantes, cuando no perjudiciales, para los intereses generales, mientras los grandes asuntos y graves problemas actuales y de futuro, decisivos para la calidad de vida, el bienestar o la propia viabilidad de la especie, se postergan continuamente. La actividad política se reduce al puro "tacticismo" cortoplacista en el que todo vale: hasta la falsificación, la mentira y la corrupción. Lejos de fomentar el debate, lo que se produce es una confrontación radical y estéril por intereses personales o corporativos, inconfesables o inconfesados, que hacen imposible tejer las alianzas imprescindibles para abordar los grandes y graves retos pendientes.

Piensa querida, por ejemplo, en Pedro Sánchez que, en muy poco tiempo, ha tenido derrotas y victorias clamorosas, alegrías y disgustos, enfrentamientos muy duros, alianzas y acuerdos, fracasos sonados y ahora éxitos relevantes. ¿Por qué y para qué hizo y sufrió todo esto? ¿Hay detrás algún gran proyecto o plan estratégico que plantee salidas, caminos, alianzas y medios para encontrar soluciones la los grandes problemas, los más cardinales, que tenemos los españoles? O, por el contrario, ¿sus esfuerzos se limitan a un mero "juego de tronos" táctico para alcanzar el poder y disfrutarlo, resolver su carrera y prestigio personales, defender intereses partidistas, parciales o de gentes afines y mantenerse en el poder el mayor tiempo posible, hasta alcanzar una jubilación de oro?

Más que lo primero, lo que se ve, querida, es lo segundo, porque de sus posibles planes y estrategias nada o muy poco sabemos, pero de sus tácticas, sus trifulcas, cambiazos, efímeras proclamas, cauciones o cautelosos silencios somos testigos todos los días. Y así, amiga mía, puedes mandar o tener el gobierno, pero no te será posible ejercer realmente el poder para algo serio, para cambiar algo sustancial o afrontar problemas de calado. Y lo que digo de Pedro, puedo decirlo, incluso con más fundamento in re, de Pablo, Alberto, Juan o Perillán.

Ya están las cartas repartidas y es hora de la estrategia. No debemos tolerar más jueguecitos tácticos, trifulcas, despilfarros o pelotazos. Los nuevos parlamentos, corporaciones y gobiernos, todos, han de dar salida y soluciones a los más graves problemas pendientes, como la pobreza, la precariedad, la desigualdad o la falta de eficiencia y eficacia de los servicios públicos; y han de abordar los retos que se nos plantean con urgencia y perentoriedad, como las reformas constitucionales, la abolición del patriarcado, las exigencias del desarrollo tecnológico, las hondas transformaciones sociales ya en marcha o el cambio climático.

Estas, querida, son ahora las cosas de comer y, a los mandarines electos que no las afronten, habrá que correrlos a gorrazos.

Un beso.

Andrés