Todo está por pactar, la presidencia del gobierno, diez presidencias autonómicas y muchas alcaldías por voluntad de los votantes. El escenario es endiablado y aunque pactando se llega a Roma no todos los pactos son iguales aunque todos evidencian que ganar no supone gobernar. No es nuevo pero nunca la desconexión entre lo uno y lo otro afectó a tantos procesos electorales y a tantos partidos. Los pactos deciden la presidencia o la alcaldía y cuántos partidos entrarán en gobiernos autonómicos y municipales. Tienen la opción superior PSOE, PP, PNV, ERC y CC pero se amplía el abanico de los que pueden tocar poder según qué pactos. Ahí está Iglesias conferenciando ya como ministro de lo que sea y Vox pidiendo de pedir consejerías y concejalías. Con todo, lo más importante es la coherencia de los pactos y en este aspecto los que se están fraguando en torno al PSOE son, a mi juicio, poco tranquilizadores.

En los ochenta y noventa la derecha no necesitaba pactos donde ganaba por mayoría absoluta como en Galicia, Castilla León o España en 2000. En 1996 tuvo Aznar apoyos de PNV, CiU, PAR, CC, con los que, salvo en lo relativo al modelo territorial, tenía coincidencias. Los pactos eran previsibles y los votantes del centro derecha contaban con ellos. También se contaba entonces con el pacto global de la izquierda, PSOE y PCE/IU, que dominó la política local y autonómica durante mucho tiempo sin que rechinaran los acuerdos muy del gusto de sus dirigentes y votantes. Y para presidir el gobierno contó el PSOE con las minorías territoriales de derecha e izquierda. Así, en abril de 2004 Zapatero fue investido con 183 votos, los suyos más los de ERC, BNG, IU, CC y Terra Cha aragonesa. Y en abril de 2008 con 169 votos propios y la abstención de todas las minorías nacionalistas incluídas las izquierdas republicanas y nacionalistas de entonces, más la de IU.

El panorama ha cambiado y de qué forma. El PP necesita a C's y a Vox para pactar a la andaluza en varias autonomías y ayuntamientos importantes. Con algunos gestos de desaprobación en sus filas, que serán aplausos si consigue así presidencias y alcaldías, el PP y sus votantes están por el pacto tripartito con concesiones si fuere necesario, que lo será. Las exigen Vox y C's con igual razón, porque sus votos son imprescindibles. Vox no es el fascio, dejen de asustar, y sus dirigentes y votantes proceden del PP, por eso su pacto no rechina aunque a veces salten chispas, nada de particular si está claro quien manda en los gobiernos autonómicos y municipales del centro derecha. C's no sabe si pacta a babor o a estribor y vive en una contradicción sin salida: un partido bisagra, por definición pequeño y versátil, apoya a uno u otro de los dos grandes pero sin amenazar su liderazgo. Rivera no va de bisagra y compite por el premio gordo reservado a los dos grandes o, al menos, por el segundo, desbancar al PP. Se le han escapado por mucho los dos y así, primero, defrauda a todos sus votantes porque no gana y no desbanca al PP y segundo, defrauda a una parte de ellos o a la otra si hace lo que define al partido bisagra. Le será difícil salir con bien del lío. Los votantes y dirigentes del PSOE demostraron unas tragaderas amplias y poco escrupulosas en la moción de censura y nada hace pensar que hayan cambiado. Pactar con Iglesias, Colau, los independentistas y hasta con Bildu es mucho, quizás demasiado para aquellos de sus votantes que tienen más coincidencias con el centro derecha que con los que apoyaron la moción de censura de Sánchez.