A Coruña celebra estos días el décimo aniversario de uno de sus grandes logros históricos: la distinción por la Unesco de la Torre de Hércules como patrimonio de la humanidad, una declaración que el 27 de junio de 2009 le permitió ingresar en el exclusivo club de los grandes monumentos universales.

El camino hacia el reconocimiento mundial del bimilenario faro coruñés, el más antiguo del planeta en funcionamiento, comenzó en 1989 como un sueño de dos amigos, el exconcejal Segundo Pardo y el médico José Luis Vázquez Iglesias, conocido como Manito, a quienes se sumarían en ese empeño José María Bello, Quico Mitchell y Fausto Galdo, que impulsaron la asociación que acabaría por lograr el resurgimiento internacional del faro romano.

Segundo Pardo Ciórraga, cabeza visible de este afán, falleció en agosto del año pasado. Procurador de los tribunales e histórico militante del socialismo coruñés desde los años 60, fue uno de los protagonistas de la unificación de PSG y PSOE en el PSdeG en 1978 y salió elegido concejal en las primeras elecciones municipales democráticas en 1979.

Pardo Ciórraga permaneció en la corporación coruñesa durante cinco años, hasta que en 1984 fue destituido por el entonces alcalde Francisco Vázquez, por su oposición a la política urbanística que comenzaba a fraguarse en María Pita en torno a polémicos proyectos inmobiliarios, que hoy en día suponen una gravosa hipoteca para la ciudad por las sentencias judiciales condenatorias.

El camino hacia la victoria en la Unesco fue largo y laborioso. Detrás del grupo iniciático encabezado por Segundo Pardo estaban también Luis Maside, Fernando González Laxe y Arsenio Iglesias, como ha recordado Carolina Pardo, hija de Segundo, en la serie de informes sobre la Torre publicados estos días por este periódico.

En 2007 moría el doctor Vázquez Iglesias, quien había empapado a Pardo Ciórraga de su vasto conocimiento del faro romano y de la ilusión por su reconocimiento como uno de los grandes monumentos del mundo. Fue un duro golpe que dejó huella en Segundo Pardo, que no cedió sin embargo al desánimo.

Para entonces, lo que años antes parecía el sueño imposible de una pandilla de amigos había calado en mucha gente que ya creía en el sí se puede. Las 240.000 firmas que acompañaron a los trámites que exigía la Unesco tuvieron mucho peso.

Las puertas comenzaron a abrirse con la llegada al Ministerio de Cultura del coruñés César Antonio Molina, que impulsó decididamente la candidatura de la Torre de Hércules como patrimonio de la Humanidad. "A Coruña ha sabido conservar un faro romano que no lograron conservar otras maravillas del mundo como Rodas o Alejandría", dijo Molina cuando finalmente la ciudad hizo realidad su sueño en la Unesco el 27 de junio de 2009.

Pero ese histórico hito colectivo coruñés estuvo a punto de venirse abajo por intereses particulares. Por la misma política urbanística cuyo cuestionamiento provocó la salida de Segundo Pardo de la corporación municipal en los años 80. Cuando la Unesco concedió la distinción, desconocía que en el entorno del faro se fraguaba una operación urbanística, aprobada años antes por un Ejecutivo de Vázquez, para construir edificios de hasta siete pisos de altura. La iniciativa no se paralizó pese a la amenaza del comité de evaluación de la Unesco de revertir la declaración como patrimonio de la humanidad y de la advertencia del ministro Molina: "No debería construirse nada junto a la torre". Hasta que la Xunta la vetó en 2011.

La Torre no es solo un orgulloso símbolo de identidad coruñés; es también una fuente de riqueza. En estos últimos años se ha convertido en el principal reclamo turístico de la ciudad. Pero sin la declaración de la Unesco en 2009, la operación urbanística se hubiese consumado y la Torre jamás hubiese sido el emblema universal que es hoy. Esta es la lección que no se debe olvidar. En palabras de la hija de Segundo Pardo: "Hay que seguir conservando ese patrimonio. No nos podemos relajar".