Seguramente muchos de los nacidos a mediados del siglo pasado habrán oído narrar, más de una vez, el cuento perteneciente a "Las mil y una noches", titulado Alí Babá y los 40 ladrones. En el relato, había una roca que taponaba la cueva en la que éstos guardaban los objetos robados; roca que solo podía abrirse gritando las palabras mágicas "¡Sésamo ábrete!".

Pues bien, al igual que "sésamo ábrete", hoy hay algunas palabras que tienen un poder mágico en el ámbito de la política y que suelen ser muy hábilmente utilizadas por la izquierda y provocan cierto desconcierto en la derecha que intenta neutralizarlas, sin conseguirlo del todo.

"Progresista" es, sin duda, la principal palabra mágica, es el "sésamo ábrete" por excelencia, y se utiliza siempre como un rasgo inevitablemente implícito en todo gobierno en el que figure la izquierda. Y es que la primera característica que pone sobre la mesa todo gobierno de izquierdas no es su capacitación o su aptitud para defender los intereses generales de los ciudadanos, sino que es "un gobierno de progreso". La "advocación" al progresismo se convierte así en una especie de patente de corso que le permitirá cometer todo tipo de errores, voluntarios o no, porque ser un "gobierno de progreso" es una especie de fórmula sacramental que lleva implícito el éxito político con independencia de la valía personal de los implicados. Lo que quiero decir es que cuando se habla de "gobierno de progreso" se transmite subliminalmente la idea de gobierno exitoso, mientras que hablar de "conservador" vendría a ser sinónimo de mal o, al menos, peor gobernante.

Otra expresión mágica que se utiliza cada vez más es la de "regeneración democrática". Se anuncia por parte de la izquierda que el gobierno en cuestión no solo es "progresista", sino que viene a llevar a cabo una "regeneración democrática". Con lo cual parece que se quiere querer decir mucho, pero apenas se dice nada. Y ello porque los políticos que emplean esta fórmula se refieren solamente a una parte de la cuestión: dicen que ellos vienen "a dar nuevo ser" a algo que degeneró, pero nunca aclaran dónde está el supuesto deterioro que viene a regenerarse. Dicho de otro modo, los "regeneradores" dan siempre por implícito, sin prueba alguna al efecto, de que hay deterioro por el solo hecho de que haya gobernado antes la derecha.

Una astucia más de la izquierda „y es la tercera palabra mágica„ es ofrecerse para acabar con la "política de recortes" que ha llevado a cabo ineludiblemente la derecha por el solo hecho de haber ocupado el poder. Lo que la izquierda no dice nunca es que los "recortes" son generalmente una consecuencia necesaria de la política de despilfarro propia de la aquélla. La simple observación de la realidad permite descubrir una especie de círculo infernal, demostrado por la experiencia, y que consistiría en que la derecha genera riqueza, la izquierda la reparte y no pocas la despilfarra, y, a reglón seguido, tiene que volver la derecha para sanear de nuevo la economía.

Llegados a este punto, es claro que la izquierda, además de manejar mucho mejor que la derecha la comunicación con el electorado, saber elegir mejor que la derecha las palabras que hacen más atractivo el mensaje político. En lo que no le auguro éxito a la izquierda es la utilización hasta la náusea del lenguaje inclusivo: el pesadísimo "todos y todas". Pero salvo en esto último tienen el acierto de saber elegir palabras que son en sí mismas un mensaje político que tiene la virtud de que no es necesario explicarlo.