La sociabilidad natural del ser humano se reconoce en la inclinación que tiene a relacionarse con sus semejantes. Aristóteles explicaba que esta inclinación se debe, en parte, a que posee el don del lenguaje: "la razón por la cual el hombre es más que la abeja o cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra". La calidad del lenguaje está muy relacionada con la calidad del conocimiento.

La vida social del ser humano se realiza no en abstracto, sino en ámbitos muy concretos: familiar, de amistad, de estudio y trabajo, vida económica, vida política y vida trascendente o religiosa. Esas seis formas de vida se realizan a través de funciones y roles. Actuar socialmente implica desempeñar varios roles a la vez en cada ámbito. Por ejemplo, un niño es hijo, hermano y nieto en la familia; alumno y discípulo en la escuela; amigo en su padilla. Cada uno de esos papeles requiere orientación educativa, sobre todo porque aumentan progresivamente a medida que un joven se acerca al estatus del adulto.

Las diferentes formas de vida no son vidas separadas. La unidad propia de la persona debe reflejarse en la unidad de su vida, "En la vida social ocurre igual que en el escenario de un teatro: un mismo actor puede dar vida a diferentes personajes. La persona es el actor sustancial del vivir del hombre en la multiplicidad de los personajes por él realizados a lo largo de su vida. Mis personajes, esos personajes que voy realizando, son manifestaciones de mi vivir, bajo el cual está siempre invariable la realidad de mi yo; estoy yo como ser subsistente, es decir, permanentemente el mismo. Ser persona es ser actor de la vida en sus múltiples formas y facetas, siendo dueño y señor del propio vivir". Dice T. Fernández Miranda.