La última vez que coincidí con Matías fue en su palco del Teatro Real, donde asistí invitado en compañía de su hermano Luis Javier y su cuñada Leticia. No recuerdo el título de la ópera pero sí que, entonces, no había subtítulos y el espectador avezado se acompañaba de una linternita que apenas iluminaba el libreto escrito. Me llamó la atención que Matías no llevaba nada, salvo su prodigiosa memoria que le permitía recordar íntegramente el texto escrito.

Fue una velada muy agradable, como los demás encuentros, más bien pocos, los que gocé de su compañía.

La rica personalidad y la brillante trayectoria profesional y académica de Matías Cortés Domínguez, Don Matías, se entiende mejor relacionando dos aspectos complementarios. Su inteligencia y su familia.

En nuestra infancia y juventud se premiaba solo la inteligencia matemática: el mejor de la clase era el primero en matemáticas. Todavía no se había formulado lo de la inteligencia emocional, lo de las inteligencias polivalentes; vamos, la importancia de una personalidad completa que, además de saber mucho latín y matemáticas, crea empatía, y su presencia es siempre bienvenida porque emana buenas energías.

Desconozco si en el colegio de los Escolapios, de su Granada natal, destacó en ambas materias, lo que si sé es que, en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, donde coincidimos allá por los años 70 del pasado siglo, Matías Cortés era uno de los catedráticos más brillantes de la Facultad. No solo enseñaba Hacienda y Derecho Tributario sino que enseñaba a defenderse en la vida. Pero más allá de sus clases, llenas de humor y sabiduría, lo mejor era acompañarle por el pasillo y detenerse con él en la cafetería: su repertorio anecdótico era impagable, siempre acompañado de la más fina ironía. A decir verdad, conocía como pocos el alma humana, aunque no se jactara de ello.

A fuer de ser indiscreto recordaré una anécdota que se hizo célebre en aquella época.

Con ocasión de una inspección de la agencia tributaria, el inspector le espetó que no podía considerar gasto deducible el elevado importe de la cuenta de restaurantes y relaciones públicas, a lo que el profesor Matías Cortés le contestó: "Querido inspector, no sabe Usted la cantidad de caviar y champagne que hay que consumir anualmente para ganarse dignamente la vida".

La obra Ordenamiento tributario español. Ley General Tributaria, Madrid (Editorial Tecnos) 1970, de Matías Cortés Domínguez sentó las bases del moderno Derecho fiscal, y con esa fuente se han formado decenas de profesores y funcionarios de Hacienda y centenares de alumnos, que lo aplicaron en su devenir profesional como abogados y asesores fiscales.

Puede decirse sin hipérbole que, junto a su maestro el profesor Fernando Sáenz de Bujanda, construyó los pilares de la prestigiosa escuela de tributaristas españoles, colocando a la Hacienda pública y al ordenamiento fiscal español entre los más progresistas y garantistas de su entorno.

Al lado de esa labor académica y científica, su colosal trayectoria profesional le permitió asesorar a los más destacados empresarios en los asuntos más diversos, contenciosos y extrajudiciales; alentar y sugerir soluciones en los difíciles momentos de la transición política; no aceptar nunca un cargo público, incluido el de ministro. Y promovió empresas editoriales, tan importantes en la modernización de nuestro país, como la editora del diario El País, de la que fue miembro de su consejo de administración, y la editorial jurídica Civitas, cuyo fondo editorial es la mejor biblioteca jurídica en habla española y homologada a las mejores de nuestro entorno europeo.

Pero esa inteligencia no es casual, o adquirida solo con el esfuerzo. Matías se nutre y se reconoce en el entorno familiar, sin el cual, quizás, nada hubiera sido. Hijo mayor de una notable familia granadina, su padre fue un destacado abogado de provincias, como le gustaba decir, y su abnegada madre alumbró una numerosa prole que, en la parte masculina que yo conozco, constituye una estirpe o saga jurídica difícilmente superable pues solo ellos pueden completar las asignaturas troncales de la licenciatura en Derecho.

Me refiero concretamente a Valentín Cortés Domínguez, Catedrático de Derecho procesal y a Luis Javier Cortés Domínguez, Catedrático de Derecho mercantil. Es decir, que juntos los tres dominan, el Derecho privado y el Derecho público y, además el Derecho del proceso, sin el cual no sirven los anteriores.

Pero Matías, como primogénito, ha sabido promover y aglutinar al grupo familiar, también en el terreno profesional, creando el prestigioso bufete de abogados Cortés & Cortés, Abogados, con sedes principales en Madrid y Barcelona.

Ya para terminar esta breve nota no me queda sino concluir con otra anécdota, contada por mis grandes amigos, sus hermanos. La inteligencia superior de Matías tenía la virtud de ver a larga distancia; es decir, de anticipar el resultado, lo que significa el éxito en cualquier empresa humana. Y ese talento le era natural pues cuentan que, Matías, tenía una vista superior porque leía un libro a cincuenta metros de distancia. Ese era el juego al que le sometían cuando le colocaban un libro abierto a esa distancia, y que él leía lo que los demás no podían.

Gracias, Matías, por habernos dejado tanto.