Oxigenados por el aire balneario de la isla de A Toxa, dos expresidentes del Gobierno coincidieron el otro día en que el PP y el PSOE podrían gobernar juntos. "Tampoco somos tan diferentes", dijo el socialista Felipe González en un arranque de sinceridad. El conservador Mariano Rajoy fue aún más explícito, al recordar que ya hace tres años propuso „sin el menor éxito„ la fórmula de la Gran Coalición entre Coca y Pepsi, al modo alemán.

No hay grandes disparidades, en efecto. El centroizquierda y el centroderecha se tocan por la parte central, que es la más atractiva para el votante. Prueba de ello es que algún ministro de UCD, como Fernández Ordóñez, repitió cargo con gobiernos del PSOE; del mismo modo que ahora hay miembros de anteriores gobiernos socialistas que, en realidad, parecen del PP. No hará falta citar nombres.

El concepto de derecha e izquierda es más antiguo que el NO-DO. Las dos denominaciones, hoy algo arcaicas, nacieron con la Revolución Francesa por la razón, más bien anecdótica, de que el clero reaccionario y los aristócratas se sentaban a la diestra en la asamblea, en tanto que los representantes de la burguesía „entonces revolucionaria„ lo hacían a la siniestra.

Con el paso del tiempo, la burguesía ha pasado a ser de derechas; aunque el modo de vida burgués lo adopten indistintamente los progresistas y los retrógrados. Da igual. La gente razonable „empezando por los chinos„ sabe que los pactos son el fundamento del comercio y de la buena marcha de los negocios.

Tal ha de ser, sin duda, el motivo por el que los conservadores alemanes de Angela Merkel gobiernen desde hace años con los socialdemócratas que, en teoría, debieran ser el partido de la oposición. Se trata, simplemente, de un acuerdo de interés mutuo. La estricta gobernanta Merkel aplica sus recetas económicas „no muy distintas de las de sus socios„ y, a cambio, estos aportan al programa común varias medidas del gusto de su clientela. Un suponer, la introducción del salario mínimo que hasta hace poco no existía en Alemania.

Los italianos, gente igualmente adaptable a las circunstancias, acaban de dar una muestra de pragmatismo similar a la de los teutones. El líder del inclasificable Movimiento 5 Estrellas, Luigi di Maio, ha pasado de pactar el gobierno con los extremistas de la Liga Norte a hacerlo con el Partido Demócrata, que gasta fama de ser de centro izquierda. El propio Di Maio lo explicó con rara sensatez: "No hay", dijo, "soluciones de derecha o soluciones de izquierda; tan solo soluciones".

Son rarezas de alemanes e italianos que tal vez resulten de difícil aplicación en España, país donde la política „y el fútbol„ constituyen asuntos de tipo existencial. Se "es" de izquierdas o de derechas por parecidas razones a las que uno "es" del Madrid o del Barça. La nuestra es una pasión ontológica y, a menudo, hereditaria; hasta el punto de que muchos forofos se definen como de derechas o de izquierdas "de toda la vida" por estricta tradición familiar.

Parece casi imposible, por tanto, que conservadores y socialdemócratas acuerden un gobierno que desbloquee la situación tras las próximas elecciones. Rajoy y González abogan tibiamente por esa solución; pero es que ya no están en la pomada. Sus castizos sucesores siguen opinando que no se puede mezclar el jamón con el bacalao.