El abandono de Estados Unidos de la región kurda de Siria ha provocado un inmediato rechazo de buena parte de los senadores y congresistas norteamericanos que acusan a Donald Trump de dar una puñalada en la espalda a unos aliados esenciales en la derrota del llamado Estado Islámico. Poco convincentes son las razones alegadas por el presidente norteamericano para tomar esta decisión, tras ocho minutos de conversación telefónica con el presidente turco Erdogan. Tampoco es creíble su advertencia de que no permitirá que la ofensiva turca ponga en peligro a la población civil, especialmente a la minoría cristiana, y se provoque una nueva crisis migratoria, porque era evidente que Turquía preparaba ya una ofensiva por tierra y aire contra los kurdos.