Ante la noticia de que el Ayuntamiento de A Coruña piensa solucionar el galimatías de la ronda de Outeiro con la avenida de Finisterre mediante una glorieta, me permito recordar que estas magníficas infraestructuras solucionan muchos problemas de tráfico y, tal vez porque solo las conocen extrínsecamente, algunos piensan que lo pueden solucionar todos, pero no es así. Y temo que este sea uno de esos casos no susceptible de solucionar con una glorieta, sobre todo si no se acierta con un diseño idóneo que elimine los carriles circulares. Por eso, antes de meterse en obras molestas y onerosas, sugiero que se valoren otras posibilidades como, por ejemplo, simplificar la propia intersección. Téngase en cuenta que esta está regulada por semáforos, y tal vez quepa algo parecido a lo que se hizo, hace años, con su vecina de la avenida de Arteixo. Seguramente alguien recuerde las colas que se formaban a la sazón en la misma, todo ello agravado por el escaso tiempo del que disponían los peatones para poder cruzar. Pues bien, con mucha observación y el suficiente ingenio, se dio con una solución que eliminó las colas y halló más tiempo para destinar a los peatones. Se trata, eso sí, de una solución que contradice los principios ortodoxos de la regulación del tráfico, esencialmente porque pasa de cuatro a seis fases... pero que, curiosamente, funciona casi como si fueran dos, y ese es su mérito.

Con ello, no quiero decir que esta sea la solución óptima para el caso; pues desconozco los actuales datos de intensidad de tráfico de las diversas rutas, pero creo que no estaría de más tenerla en cuenta.