Si con el paso del tiempo se confirma su retirada definitiva podríamos decir que el señor Rivera „fundador y dimitido líder de Ciudadanos„ ha sido una estrella fugaz de la política española. Hace trece años despertó interés por lo novedoso de su propuesta. Un catalán defendiendo la españolidad de una Cataluña enfilada hacia el secesionismo una vez agotada la vía estatutaria (ya solo falta por traspasar la seguridad social y el ejército) fue bien acogido en círculos madrileños. Y a la favorable primera impresión contribuyó una exitosa campaña de imagen con el señor Albert Rivera posando desnudo para una revista en la que resaltaba su bien trabajado cuerpo de nadador. Pese a todo, no faltaron las críticas y en algunos medios se dio por seguro que gozaba del apoyo de importantes empresas del Ibex 35. Sus inicios fueron modestos en la política catalana, pero en ese ámbito también fue creciendo espectacularmente hasta conseguir que su candidata, Inés Arrimadas, resultase la más votada en las últimas elecciones autonómicas. Y en la política estatal su trayectoria no fue menos fulgurante. Para empezar, le disputó a Rosa Díez de Unión Progreso y Democracia el liderazgo del espacio de centro. Y tuvo tanto éxito en el empeño que acabó por empujar al retiro a la veterana política vasca y a la disolución del partido que ella misma había creado después de abandonar el PSOE. Luego vino el crecimiento espectacular de su formación en las elecciones legislativas estatales y la posibilidad, tan cercana como reciente, de haber podido firmar un pacto de gobierno con el dirigente socialista Pedro Sánchez que les hubiera servido a los dos para alcanzar una mayoría absoluta muy holgada. Y curiosamente es en ese momento que abandona el proyecto de consolidar un partido bisagra, es decir aquel que permite trazar alianzas a derecha y a izquierda, para ponerse como objetivo inmediato sobrepasar al PP en el ámbito electoral de la derecha. Casi nadie entendió ese giro en redondo (Sami Nair en un artículo sobre el debilitamiento del cordón sanitario europeo contra el neofascismo, le llama "derechización surrealista de Ciudadanos"). Y menos todavía se entendió, la víspera de ir a votar, su oferta al PP de formar junto con el PSOE y Ciudadanos una gran coalición, aunque sin formar parte del gobierno. Como tampoco, el voto a favor en la Asamblea de Madrid de una moción de Vox para ilegalizar partidos favorables a la independencia. Todos estos cambios de rumbo acabaron por desorientar definitivamente a su potencial electorado y para cuando el señor Rivera compareció en el debate de la televisión exhibiendo, entre otras cosas, un adoquín ya era un cadáver político. La conclusión a sacar es que el espacio electoral del centro es muy difícil de articular e históricamente está comprobado que siempre termina mal. Ahí fracasó Adolfo Suárez con su CDS, pese a su simpatía personal y su experiencia como principal intérprete de la Transición. Y también Roca Junyent, uno de los padres de la Constitución, cuando intentó sacar adelante el Partido Reformista, una operación (la operación Roca) que concluyó con un tremendo pufo financiero. De los proyectos de Rosa Díez y de Albert Rivera ya hemos hablado.