Era no muy alto, de aspecto frágil y rostro aniñado, como dicen que deberían de ser los buenos monaguillos. En los años del fútbol primitivo, cuando se imponían el choque y la fuerza física, no le hubieran dejado acercarse al terreno de juego excepto para devolver los balones que se escapaban por las bandas. Pero él era rápido, hábil, tenía un cañón en cada pierna, y sabía desmarcarse al límite del fuera de juego, que es una de las habilidades que más se valoran en un delantero centro. La cabeza, eso sí, solo la utilizaba para peinarse y para anticipar la forma de burlar a las defensas. Porque José Fidalgo Veloso, que acaba de morir a los 83 años, fue un futbolista excepcional, aunque llevaba largo tiempo alejado de lo que fue su pasión de juventud. Llegó al Deportivo procedente del Turista de Vigo, donde ya se había hecho notar por su facilidad goleadora, y en el equipo blanquiazul jugó varias temporadas hasta que fue traspasado al Real Madrid donde coincidió con los coruñeses Amancio Amaro y Jaime Blanco. Los tres, todavía en Segunda División, dieron muchas tardes de gloria. Amancio era la velocidad y el regate en pocos metros; Jaime, la técnica exquisita y un fondo físico inagotable, y Veloso, en fin, el remate desde cualquier posición y un desmarque que lo hacía invisible para los defensas. Si la siempre agobiada economía del Deportivo los hubiera podido retener juntos seguramente acabarían por haber formado una tripleta de leyenda sin salir de Galicia. Pero el fútbol es un negocio y los acabó reuniendo más tarde en el equipo de don Santiago Bernabéu, un directivo que por haber sido antes futbolista tenía muy buen ojo para los fichajes. En aquel Real Madrid de las estrellas (Di Stefano, Puskas, Rial, Kopa, Gento y compañía) el que más rápido se hizo con un hueco en la alineación titular fue Amancio que, aunque rendía más de interior en punta, tuvo que conformarse con vestir la camiseta del 7, es decir, la del extremo derecha. Veloso, que llegó más tarde, no tuvo la misma suerte y sufrió varias lesiones que cortaron su progresión. No obstante, confirmó la internacionalidad que ya había conquistado en el Deportivo y dejó para el recuerdo algunos goles bellísimos. Como uno, tirando desde muy lejos, casi desde el mediocampo contra el Anderlecht belga, durante una eliminatoria de la Copa de Europa que acabó ganando el Real Madrid (la Sexta). En cierto sentido, y por sus características, Veloso fue un anticipo de la clase de delantero centro que ahora se lleva. Un jugador rápido, hábil, oportunista, que sabe desmarcarse, caer a las bandas y provocar huecos en las defensas contrarias, sin chocar con ellas. David Villa fue en la Eurocopa y en el Mundial de Sudáfrica un claro ejemplo de lo que digo. Pero el repertorio de habilidades de Veloso va más allá. En una ocasión, enfrentándose a Campanal, que era un portento físico, vio venir por alto un balón que de todas todas iba a ganar el defensa asturiano. En vez de desistir de disputárselo, Veloso le puso la mano a la altura de los ojos y le impidió la visión momentáneamente. Campanal, desconcertado, tardó en reaccionar, el balón pasó, y Veloso de volea lo mandó a la red.