No tengo el gusto de conocer al todavía alcalde de Fene „me he cerciorado que todavía lo es a la hora de escribir estas líneas„ en persona. Le deseo lo mejor, de corazón, en todos sus emprendimientos personales y profesionales. Y, sin embargo, estas líneas son claras: ha de dimitir lo antes posible. Y no por ningún tipo de animadversión o posición partidaria por mi parte, que no es el caso. Toca hacerlo, sin ambages y sin tardanza, como única forma de expresión de un mínimo umbral de salud y decencia democráticas.

No sé si conocen los hechos que motivan lo que digo. Muy sucintamente, tal alcalde fue condenado a una multa y a más de doscientos días de retirada del permiso de conducir por triplicar la tasa de alcoholemia permitida al volante. La sentencia, de conformidad después de celebrarse un juicio rápido en un juzgado de Ferrol, implica el reconocimiento de los hechos, de los que el mismo alcalde ha pretendido dar explicaciones disculpándose y, al tiempo, no considerando la posibilidad de su dimisión.

Pero no, no hay explicación posible. Tal tasa de alcohol al volante es una animalada, y esto tenemos que empezar a creérnoslo todos de una vez, sin paliativos ni excusas. La pena es que este sea un país donde una buena parte del personal siga expresando o pensando un "jejeje" cuando hablamos de cosas así. Es necesaria una tolerancia cero de consumo de alcohol en la carretera, al menos como forma de respeto a víctimas cuyas vidas fueron segadas por personas que conducían bajo los efectos del alcohol o de las drogas, cuyos efectos sobre la conducción son incontestables. Pero si esto ya es así para cualquier persona, ¿cómo no va a implicar en este caso la necesidad de una fulminante salida del cargo, habida cuenta de las competencias del Concello en materia de seguridad vial? ¿Qué cara se le pondrá ahora a un ciudadano cuando la Policía Local „que depende, en última instancia, del alcalde„ le diga que le va a hacer una prueba de alcoholemia? ¿Cómo va a participar un alcalde con semejante historial en una Junta Local de Seguridad? ¿Y en una campaña de sensibilización sobre el particular? ¿Qué credibilidad le queda?

Porque no, no es verdad que lo acontecido haya sido un despiste. Me puedo creer que alguien „yo mismo„ se pueda saltar una señal de stop, con las terribles consecuencias que pueda tener esto, por un despiste o una indisposición momentánea. No es al primero que le pasa y uno nunca sabe si, por lo que sea, esto podrá ocurrirle. Pero beber es un acto consciente, y conducir también. Beber y después conducir es algo planificado, habiendo otras posibilidades alternativas para no caer en tal práctica. Desde dejar el coche en casa a optar por pedirle a otra persona que asuma el control del vehículo, pasando por el transporte público o, sencillamente y mucho más fácil, por no beber. Beber y conducir nos pone en peligro a todos, y eso no puede tolerársele a un alcalde, de ninguna manera. A nadie. Pero menos a un alcalde.

El señor alcalde se ha dado de baja de su partido, a petición propia o probablemente aconsejado por las instancias superiores del mismo. Bien, si considera que tal asunción personal de las consecuencias de sus actos pueda así limitar el dañino efecto para su formación política. Pero esto es algo menor y más particular. Lo gordo, lo nuclear, lo verdaderamente urgente es que deje ya su cargo público, porque beber y después conducir es incompatible con cualquier responsabilidad pública y, mucho más, con la posición específica de alcalde. Un cargo que lleva aparejadas las competencias de tráfico en el casco urbano de los municipios, y del que depende la estructura orgánica que atiende y sanciona en materia de tráfico. Es grave, gravísimo, que tal dimisión no se produzca. Y dice mucho sobre nuestras prioridades como pueblo si no lo exigimos.

Nos queda poca decencia democrática en este país. En opinión del historiador Paul Preston „del que les recomiendo su último libro, Un pueblo traicionado (Debate, 2019) si no han tenido oportunidad de leerlo„ la política en el mismo se ha hecho desde siempre con grandes dosis de corrupción, incompetencia y violencia. Yo estoy de acuerdo. Por eso es fundamental que cada palo aguante su vela, y que quien comete semejante no imprudencia, sino conducta punible, sea alejado del cargo por cuya dignidad tenemos que velar todos. Sin ningún tipo de reviravolta, ni buscando dulcificar lo hecho. Un alcalde, lo lamento, no se puede permitir tales graves conductas, bajo ningún concepto.

Por eso se lo reitero, Sr. alcalde, sin conocerle de nada y con modos suaves y hasta amables, pero contundentes. Dimita ya, como comienzo de un largo proceso de regeneración de la confianza que usted daña en la institución democrática que preside y que, visto lo visto, ahora no merece. Es lo mejor para usted, no cabe duda, y con cierta perspectiva lo tendrá más claro. Y lo mejor también para la ciudadanía y para la democracia. No hay otro camino digno para terminar este desafortunado episodio que le afecta.