Tal y como habíamos anticipado (era fácil hacerlo) el Gobierno se anduvo con pies de plomo a la hora de autorizar la salida a la calle de los niños confinados en sus respectivos domicilios por causa de la pandemia, unos 8,3 millones en total si contamos hasta los 12 años. Previamente, el propio señor Sánchez había declarado que "mañana trasladaré a los presidentes autonómicos el parecer favorable del Gobierno a aliviar el confinamiento de los más pequeños a partir del 27 de abril. Estas salidas van a estar limitadas y sujetas a condiciones para evitar contagios. Se trata solo de un pequeño alivio para darles la oportunidad de disfrutar de un rato al día del aire libre. Y todo ello bajo el criterio del asesoramiento del comité científico". El anuncio de la medida gubernamental fue saludado con alivio porque una parte de la opinión pública y algunos presidentes de comunidades autónomas no acertaban a comprender que se autorizase a salir a la calle por tres veces a los propietarios de perros mientras que los niños seguían confinados en casa. Una incoherencia que hizo decir a una llamada Plataforma por los Derechos de la Infancia que las condiciones impuestas a los niños y a las niñas en España sean las más duras del mundo. El clamor social a favor de la liberación temporal de los niños siguió creciendo y hasta el Defensor del Pueblo, el veterano socialista Fernández Marugán, se vio en la necesidad, ante el número de quejas recibido, de pedirle al Gobierno que la alarma decretada afectase por igual a niños y adultos, aunque la ambigüedad del texto enviado al BOE ya permitía una interpretación en ese sentido. Por eso mismo, causó general sorpresa que la portavoz del Gobierno al anunciar las medidas aprobadas en el Consejo de Ministros redujese el ámbito de la liberación de la infancia a tareas de acompañamiento familiar a supermercados, farmacias, quioscos y entidades bancarias, es decir, a lo ya permitido para los adultos desde el inicio de la alarma. Pero del prometido "pequeño alivio al aire libre", nada de nada. Esta vez la bronca fue casi unánime e incluso algunos notables del PSOE expresaron en público duras críticas. Obligado por la presión mediática, el Gobierno de Sánchez hubo de rectificar sobre la marcha y anunciar la autorización de pequeños paseos al aire libre para los niños. Bastantes observadores ven en esa rectificación, y en la ampliación de competencias al ministro de Sanidad, un síntoma, uno más, de la creciente debilidad política del presidente del Gobierno en su combate contra la pandemia. Yo no lo veo así. Bien sea por casualidad, por miedo al fracaso, o por taimado cálculo de probabilidades, Sánchez ha maniobrado en dos direcciones. En el interior de la coalición que comparte con Iglesias para atar en corto a un socio que intenta cada poco atribuirse el mérito de cualquier mejora social que se apruebe. Y hacia la opinión pública como el político más preocupado por la salud de la infancia. Una preocupación lógica, sobre todo después de haber sido denunciado en el juzgado como principal responsable de la muerte (por ahora) de miles de personas. Ya se lo advirtió el jefe de la oposición, señor Casado, en el Congreso: "Con nuestros hijos no se juega".