"El turismo es uno de los principales motores económicos y sociales de A Coruña y colabora en el dinamismo de otros sectores de la actividad económica, cultural y social de la ciudad, y debe perseguir un modelo de desarrollo sostenible, compatible con el crecimiento urbano y con la mejora de la calidad de vida de la ciudadanía". Así comienza el Plan Estratégico de Turismo de A Coruña, desarrollado con el objeto de orientar la política turística de la ciudad entre 2017 y 2020. Nadie sabía en aquel momento que una pandemia paralizaría el mundo justamente en este año final. Con ella pudimos ver cómo dejaba de funcionar ese motor.

Después de esta situación, ¿cuáles son los retos a los que se enfrenta nuestra ciudad, una vez que todo parece estar queriendo volver a su sitio?

En primer lugar, debemos analizar cuáles fueron nuestros puntos débiles y dónde estamos más heridos, pero sin recrearse en ello especialmente, tratando de discernir en dónde se encuentran nuestras fortalezas, en qué aspectos no nos afectó el coronavirus. Seguimos siendo una ciudad acogedora, paseable, agradable, abierta al mar, atlántica. En ese aspecto no hubo cambios. Hay que aprovecharlos. En la ciudad existe un sector privado dispuesto a darlo todo y desvivirse por una vuelta a la "normalidad". Valorémoslo. No dejó de funcionar en este paréntesis el Consorcio de Turismo de A Coruña, reflexionando, desarrollando acciones virtuales que sirvieron para poner la ciudad en el mundo.

Seguimos viendo necesario "promover un pacto local por el turismo en la ciudad", tal como reza el citado Plan Estratégico. Poseemos un entorno cercano, repleto de playas, espacios verdes y abiertos, servicios y lugares que dan opción a vivir agradables experiencias y dentro de una Reserva de la Biosfera. Cooperemos con ellos. Gozamos de un potencial humano profesional y bien formado en la ciudad. Saquémosle partido. Tenemos un tipo de visitante vacacional fiel que seguirá siéndolo. Intentemos atraer incluso al más cercano, al que protagonizaba ya nuestro turismo más tradicional, el de provincias no muy lejanas.

Son muchos los frentes que abordar. No por ser puntos fuertes hay que abandonarlos, darlos por seguros. Además, es necesario tener en cuenta aspectos que debemos reforzar, tales como pensar en la ciudadanía, sus necesidades, su bienestar; hacer la ciudad más cómoda, dar un nuevo impulso a la movilidad. Si ella se ve favorecida, las personas que nos visiten también lo estarán. Nunca al contrario. No se trata de poner la ciudad a disposición de quien viene de fuera. La ciudad debe ser regida según las necesidades de quienes en ella viven. Una vez logrado esto y, sin perder la perspectiva, se podrá satisfacer también las de quienes nos visitan.

La Torre de Hércules como referente, como lugar que nadie deja de visitar, ha de actuar como cabeza de león de la buena oferta museística y expositiva presente en la ciudad, que de una vez por todas ha de trabajar en conjunto, con criterios unificados. ¿Por qué no trazar una línea real entre todos ellos que permita pasear, contemplarlos y visitarlos a un tiempo?

Si bien el turismo interno y vacacional siempre fue un punto fuerte de la ciudad y, como hemos señalado, no hay que infravalorarlo ni olvidarlo, es preciso reunir esfuerzos para seguir atrayendo visitantes en cualquier momento del año. Disfrutar de todas esas bondades mencionadas podría ser una buena motivación, a las que se pueden añadir todos los eventos que tradicionalmente ya hacían atractiva la ciudad, como congresos, ferias, eventos deportivos y gastronómicos, conciertos y acontecimientos culturales que, por lo general, se dan fuera de temporada. Todos ellos pueden servir de motor fuera de temporada estival.

En definitiva. Hay mucho que trabajar, no tenemos una bola de cristal ni una varita mágica que ayuden a adivinar y a solucionar por arte de magia. Debemos pegar nuestros pies a la realidad y dejar de usar conceptos rimbombantes y vacíos, de repetir tópicos y quejas. Remar como un equipo que quiere alcanzar la misma meta.