En la galería de “héroes” de los trágicos sucesos del 11 de septiembre de 2001 se atribuyó un destacado protagonismo a los bomberos de Nueva York (343 de los cuales murieron sepultados por el derrumbe de las Torres Gemelas) y al entonces alcalde de la ciudad Rudolf (Rudy) Giuliani. Según algunos estudiosos, los bomberos confiaron en que la estructura de los edificios resistiría el tiempo necesario para permitirles desarrollar parte de sus tareas de ayuda y rescate. Pero lo que no podían prever es que colapsaran de golpe, como si además del fuego provocado por el impacto de los aviones contra los edificios, se hubieran visto ayudados por algún otro agente explosivo. Desde entonces, se han publicado numerosos informes técnicos y planteado todo tipo de conjeturas. Y más que se harán porque aún no ha quedado claro si esa matanza hay que atribuírsela a la acción criminal del “terrorismo exterior” de inspiración yihadista o a la del “terrorismo interior”, de cuya existencia ya nadie duda después del asalto al Capitolio por una turba formada por supremacistas blancos, evangelistas radicales y militantes de grupos y grupúsculos de extrema derecha. La heroicidad de Giuliani, en cambio, ha quedado en entredicho con el paso del tiempo. Y ya casi nadie se acuerda de aquel animoso personaje que supo elevar la moral de la ciudadanía en los primeros momentos de tristeza y desconsuelo. En los diez años transcurridos desde los atentados, el exalcalde ha mostrado su faceta más reaccionaria como abogado de financieros sin escrúpulos y sobre todo como asesor personal del Donald Trump golpista. que ahora conocemos. Hoy en día, casi nadie querría tomar como ejemplo a Rudolf Giuliani aunque cabe recordar que el exalcalde coruñés Francisco (Paco) Vázquez invocó su figura durante la crisis del Prestige. “Aquí hace falta un Giuliani”, dijo el todavía militante socialista ante el triste espectáculo del caos propiciado por el gobierno del PP y, de manera especial, por quien era ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos. Todo el mundo entendió que el Giuliani que pedía Paco Vázquez era el mismo. Es decir, un hombre decidido y valiente capaz de tomar decisiones polémicas sin que le temblase el pulso. Y para demostrar que no hablaba en broma anunció que si alguien tuviese la ocurrencia de meter un petrolero herido de muerte en el puerto de su ciudad saldría a su encuentro al frente de una flotilla de pesqueros para impedírselo. Afortunadamente, esa singular batalla naval nunca se dio y por tanto nunca podremos saber cuales hubieran podido ser los limites de la bravata. Desde aquella, Giuliani y Vázquez han evolucionado políticamente. El exalcalde de Nueva York, también conocido como el “Sherif de Manhatan”, ha pasado de militar en el Partido Demócrata al Republicano que lideraba Donald Trump y el señor Vázquez de militante socialista a simpatizante del PP.