Doce años, por lo menos, me ha rejuvenecido una anodina noticia publicada en el faldón de la pág. 5 de este diario el 25 de febrero pasado. ¿Qué mensaje fue capaz de tal fenómeno? Lo fue la información de que las familias con hijos en gestación podrán optar a una plaza en las escuelas infantiles. Es, sencillamente, dar carta de naturaleza social —la de reservar una plaza escolar— para esa criatura ya concebida, gestándose, aún no nacida, al esperado “nasciturus” de una familia. “Nasciturus” es el término latino usado en derecho para designar al que va a nacer, y que ya es objeto de protección legal. Y es que hará bastantes años —sin precisar, pero seguro que ha pasado una década, tanto como lleva sin resolverse el recurso del PP ante el Tribunal Constitucional contra la ley de Rodríguez Zapatero facilitando más el aborto— escribí bastantes veces el término latino “nasciturus”, enconada como estaba la campaña gubernamental más permisiva, y en particular la defensa de la vida naciente frente al aborto fácil. Es positivo comprobar que, al final, desde sitios oficiales empiezan a valorar que un embarazo no es un conglomerado insustancial de células sino un ser humano que hay que proteger.