El pasado viernes 23 fallecía a los 88 años en Austin (Texas) el premio Nobel de Física Steven Weinberg. Weinberg no era una celebridad para el gran público como lo fue Hawking. Sin embargo, su importancia en el mundo de la Física ha sido inmensa, tanto, que hay quien lo cataloga como el físico más importante del último medio siglo. Un artículo escrito en 1967 y de apenas tres páginas, A model of leptons (Un modelo de leptones), en la revista Physcal Review Letters lo catapultó directamente al Olimpo de los Nobel.

Nacido en Nueva York el 3 de mayo de 1933 en el seno de una familia de emigrantes judíos se educó en un instituto de Secundaria del Bronx. Como curiosidad, señalar que uno de sus compañeros de clase —Sheldon Glashow— compartiría con él, años después, el premio Nobel. Sus estudios se completan en la Universidad de Cornell y en Princeton, donde obtiene el doctorado. Como profesor impartió clases en Berkeley, MIT, Harvard y desde 1982 en la Universidad de Texas.

En 1979 recibió conjuntamente con el mencionado Sheldon Glashow y el pakistaní Abdus Salam el premio Nobel de Física por la contribución a la teoría unificada de la interacción electromagnética y débil entre partículas elementales (Teoría electrodébil). Esta formulación constituyó un hito fundamental para la llamada Teoría de la Gran Unificación, por la cual se pretende unir las cuatro fuerzas o interacciones fundamentales de la Naturaleza, gravedad, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil.

En 1983, en el CERN, se descubrirían los bosones W0, W* y Z0 que juegan el papel de intermediador para la interacción nuclear débil; confirmando de este modo uno los aspectos más destacados de la teoría por ellos propuesta.

Weinberg también escribió libros para el gran público utilizando un lenguaje menos técnico, pero extremadamente preciso, como puede apreciarse en su célebre obra Los tres primeros minutos del Universo. Poseedor de una cultura enciclopédica, no solo escribía sobre física, sino también sobre literatura, filosofía o política. Uno de sus temas preferidos era la religión. Ateo recalcitrante, afirmaba sin rubor que la religión era un insulto a la dignidad humana y en una conferencia pronunció una de sus frases más conocidas: “Con o sin religión siempre habrá buena gente haciendo cosas buenas y mala gente haciendo cosas malas. Pero para que la buena gente haga cosas malas hace falta la religión”.

Steven Weinberg Nueva York, 3 de mayo de 1933-Austin, 23 de julio de 2021.