¿Qué tal están? Por aquí bien, sin demasiadas novedades. Seguimos pasando páginas del calendario y encaminándonos a ese momento tan definitivo del mes de octubre en el que la hora se atrasa. Ya saben, el instante en el que buena parte de la tarde comienza a estar sumida en la negrura, aunque en un principio implique también que, por la mañana, volvemos a empezar a trabajar bajo el azul del cielo. Poco tiempo, porque enseguida progresará el otoño y luego el invierno, llegando a ese punto, más adelante, en el que empezamos de noche y, a poco que nos descuidemos, vuelve a ser de noche no mucho más tarde de la comida...

Pero bueno, es lo que toca. Y ya saben que por mi parte no vivo mal el otoño. Una estación de la que les he hablado una y mil veces, y que trato de disfrutar en clave de naturaleza. Y es que, ¿se han fijado ustedes en que esta nunca defrauda? Un buen paseo por el bosque siempre es el mejor antídoto para las prisas y los problemas, siempre tonifica y relaja y, aún por encima, regala la vista. ¿Alguien da más?

Hoy quiero hacerles una propuesta que tiene que ver con la naturaleza, por una parte, pero también con la ciencia, la cultura y la revisión de algunos de los valores y las características de la sociedad de otra época. Pónganse ustedes en 1874. En tal año fue publicada la novela de Julio Verne La Isla Misteriosa. Dicen que su obra más definitiva, que trata de las aventuras de un grupo de hombres bien diverso, después de escapar en 1865 a bordo de un globo de un campo de prisioneros en Richmond, en plena Guerra de Secesión norteamericana, que termina naufragando. Formando parte de una trilogía donde también entran Los hijos del Capitán Grant y Veinte mil leguas de viaje submarino, La Isla Misteriosa nos habla de cómo aplicando conocimientos científicos tales hombres consiguen sobrevivir en una isla en el medio de la nada, utilizando los pocos utensilios de que disponen y los recursos naturales para avanzar en múltiples campos, de la alfarería a la metalurgia, pasando por desarrollos químicos o mejorar la cantidad, calidad y tratamiento de las viandas que consumen. Un libro que no te deja indiferente, y que mezcla todo ello con la existencia de extraños fenómenos en el lugar, que conectarán este relato con los otros mencionados en este párrafo.

¿Conocen La Isla Misteriosa? Pues si la respuesta es que no, o sí, pero desean volver a ella, mi propuesta es que la lean ustedes, pero sin estar solos. Y es que en los próximos días comienzo una actividad en el Club de Lectura de Ciencia del IES Agra do Orzán, donde a partir de la lectura del libro conectaremos con técnicas, rudimentos y contenidos de la Física, la Química, la Biología o la Matemática. Mola, ¿no? Pues, si se animan, quizá les pueda interesar algún vídeo que preparemos sobre el particular con reflexiones en torno al libro, e ir avanzando paralelamente y juntos en la odisea de Ciro Smith y sus compañeros de viaje.

Hablar de Verne —que, por cierto, visitó Galicia y quedó encantado con Vigo, que tiene un lugar en la trama de 20.000 leguas de viaje submarino— es también hacerlo de la sociedad en que vivió y a la que retrató. Es notar la ausencia de mujeres en su obra —también andamos estos días reflexionando sobre ello—, y ser conscientes de los enormes pasos dados desde entonces hasta hoy, a pesar del trabajo pendiente aún, habiéndose superado un panorama en el que solamente los hombres tenían acceso al estudio y a la cultura. De esos mimbres también hablaremos en el Club de Lectura de Ciencia, así como de la horrorosa práctica de la esclavitud, tan en el trasfondo de la guerra de secesión, que no olvidemos truncó tantas vidas y tantas sociedades no hace tanto. Otro tema especialmente importante para abordar en un lugar como el barrio del Agra do Orzán, tan diverso y donde la multiculturalidad es hoy un valor añadido y una oportunidad de crecimiento individual y de grupo.

Pues si se animan, ya saben. Mándenme un correo electrónico y, por qué no, a lo mejor podemos ir desgranando nuestra visión del libro en paralelo, nosotros en el instituto y usted en su entorno, compartir algún material audiovisual, sumergirnos juntos en esta trepidante historia y... llegar a su final misterioso a la vez, donde termina de redondearse mucho de la obra del visionario francés. Si me piden mi opinión sobre este relato, les diré que atesoro una versión del mismo que fue de mi papi de jovencito, y que estimo que esta será la vez número treinta y cinco en la que me dispongo a vibrar al ritmo de tormentas, sentir el viento salobre del océano y tratar de comprender un universo, como el del autor, que tantas veces fue por delante de la realidad.

Ahí vamos. Y es que leer, y leer en colectivo, es otra forma de educar, sin límite de edad y aprendiendo todos, desde el más joven, hasta el profesor más veterano en la tarea.