Buenos días, queridos y queridas, en esta primera columna que comparto con ustedes en 2022. Espero que estos días de asueto y celebración les hayan colmado de felicidad, aunque soy consciente de que, como siempre en la vida, cada uno verá la historia desde sus propios ojos. O, lo que es lo mismo, según la experiencia que le haya tocado vivir. Así, digo asueto cuando seguro que para muchos de ustedes estos son días fuertes en términos de trabajo. Y hablo de celebración, cuando todo depende de si esto está en su cultura y tradición familiar o no. Me consta que, por ejemplo, en esta sociedad diversa hay quien celebra y quien no estas fechas.

En cualquier caso, siguiendo la tradición de por estas latitudes, esta noche llegarán los Magos de Oriente. Y no se lo tomen a broma, porque es verdad. Lo harán en cada ciudad y en cada villa, en formatos reducidos o adaptados a la realidad vigente, pero tratarán de estar cerca de los niños y de sus anhelos. Ojalá la magia que dimanan nos acompañe para imaginar mundos posibles e inclusivos, mucho más allá de nuestra infancia. Son parte de la utopía que puede dibujar realidades mejores.

En mi caso, a los Magos les pediré salud. Pero no esa salud tan genérica que todos les solicitamos, y que tiene que ver con múltiples factores, incluyendo una herencia genética personal e inamovible, hábitos durante décadas o, a veces, situaciones producto del azar. No. Les pediré salud basada en las decisiones propias y ajenas. En aquellas cosas que, verdaderamente, están al alcance de nuestra mano. Y en las que podemos influir para mejorar precisamente la salud de todos. A esa salud me he referido yo en mi carta a Melchor, Gaspar y Baltasar.

Les pido la salud que produce el hecho de que un hombre joven, como anteayer me ocurrió en un concurrido establecimiento de Vigo, no se baje la mascarilla para no humedecer la misma al toser contundentemente, cuando se cruza conmigo en unas escaleras mecánicas en el interior. Les pido la salud que tiene que ver con el hecho de que las personas que caminan en sentido contrario al mío por la calle se ajusten bien sus mascarillas, y no que caminen con ella en el cuello o en el codo, conculcando la norma y, más importante aún, poniéndonos en riesgo a los viandantes y poniéndose en riesgo ellos mismos. Les pido la salud que está relacionada con el hecho de que se entienda que la transmisión del virus la había y la hay que parar, y que no valía la excepción o el “malo será”, conductas habituales de los que ahora dicen “nos hemos relajado”, cuando los que se han relajado habrán sido ellos o sus primos, no otros. Les pido la salud que está relacionada con los actos cotidianos. Con la ventilación cruzada sin ambages, sin cortapisas y sin recortes en nuestro lugar de trabajo, en ese en el que no nos queda otra que compartir muchas veces con nuestros semejantes aire posiblemente aderezado de aerosoles con carga viral. La salud que tiene que ver con las cosas bien hechas, y no con las políticas de medio pelo, las estrategias de quita y pon, el personal por horas o por días, o las críticas basadas únicamente en el “quítate tú para ponerme yo”.

Y es que no se puede consentir que se juegue con la salud, de ninguna manera. Y tanto lastima la mala praxis, las malas decisiones o las estrategias viciadas de origen, como el ahogamiento del sistema por falta de insumos o de personas cualificadas. O las irresponsables conductas individuales que no hacen más que saturar tal sistema hasta el infinito, multiplicando cargas de trabajo y poniéndonos en peligro a todas y a todos.

Miren, si esta pandemia nos ha demostrado algo es que la salud, eso que le pido yo a los Magos ahora, una vez más, es consecuencia de un cúmulo de procesos, realidades, herramientas y posibilidades donde todos estamos llamados a ser parte activa. Es imposible salir adelante, como colectivo, si desde una parte se boicotea al conjunto. Y eso se puede hacer por acción, por omisión, por saturación o por el ti vai facendo que fas... Sí, le pido salud a los Magos, pero consciente de que en ello yo mismo puedo ser factor clave de éxito o un escollo más en el camino. Multipliquen esto por cuarenta y siete millones de ciudadanos y ciudadanas, sus actitudes y decisiones, y comprenderán lo importante y compleja que es esta construcción colectiva.

Pido salud y les deseo salud. Porque seguimos en el camino, queridos y queridas, capeando temporales y tratando de ver la luz al final del túnel, el sol tras la tormenta. Algo que afirmo cuando una nueva variante del SARS-CoV-2, la IHU detectada en Marsella y presuntamente procedente de Camerún —otro enorme reservorio del virus por no entender que la vacunación o es global o perderá fuelle— empieza a asomar su patita en Europa... Y lo que vendrá...

Salud. Pido salud. Quiero contribuir a su salud. Y pido a los demás que cuiden la mía.