Dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su acepción primera, que moda es “uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país”. O, en la segunda, que la misma es el “gusto colectivo y cambiante en lo relativo a prendas de vestir y complementos”. También aparece una tercera acepción del término, precisamente como el “conjunto de la vestimenta y los adornos de moda”. Por último, el diccionario recoge el significado de “moda” en el ámbito matemático y, de forma más concreta, estadístico. Así, moda es también el “valor que aparece con mayor frecuencia en un conjunto de datos”. Dejando aparte este último aspecto, donde la palabra “moda” está en el mismo campo semántico de otras como “mediana” o “media”, hoy les hablaré de ella… De la segunda y tercera acepciones, casos particulares de la primera. Hoy hablamos del gusto por la ropa y de las veleidades del mismo.

¿Y qué piensan ustedes? ¿Que les voy a glosar las tendencias del verano? ¿O que me referiré a personas concretas, sus vestimentas y adminículos? Pues entonces creo que les voy a decepcionar, porque… hoy más que de “moda” les hablaré del absoluto desconcierto que siempre me ha producido la pretendida idea de que existan unos patrones comunes, interesados, para guiar a la población en su cotidiana tarea de vestirse. O, lo que es lo mismo, de mi planteamiento refractario en torno a estas ideas, aunque haya nacido en una familia en el que la moda, las modistas y lo relacionado con la vestimenta tenía cierta presencia.

Ojo, que el hecho de que a mí me ocurra esto no quiere decir que no respete absolutamente el punto de vista diametralmente contrario, como siempre. ¡Es que es fantástico que cada uno haga lo que le parezca, mientras respete a los demás! O incluso que haya fashion victims, término acuñado globalmente, y que en castellano podríamos traducir como “víctimas de la moda” para designar a aquellas personas que sobrepasan un límite común de vestir a la moda, de manera que pueda llegar a ser obsesiva. Cada uno que haga lo que le parezca, repito que con respeto. Pero a mí no me encontrarán en ese tipo de historias. No van conmigo, y si fuese por el nivel de interés y compra de personas como yo, la compleja, innovadora, potente y exitosa industria de la fabricación textil, en la que Galicia es toda una potencia, no habría aguantado mucho más de dos telediarios.

Lo que sí tengo muy claro es el enorme volumen económico que representa el sector. Su fuerza, en términos de creación de valor añadido y generación de empleo, y su capacidad de influencia en el conjunto de la sociedad. Esto sin duda alguna, por supuesto. Pero, también desde mi punto de vista, de una manera un tanto sobredimensionada. Porque… ¿en verdad es tan importante vestir una cosa u otra o, como preconizan ciertos medios de comunicación, poner el foco en el estilismo de las personas, a veces incluso más que en sus ideas, su rol en la sociedad o en los valores que transmiten? Esto, que se ha cebado siempre en las mujeres, creo que hace un flaco favor al conjunto de la sociedad, y desde hace décadas me viene pareciendo frívolo y conceptualmente pobre. Pero, por supuesto, usted mismo… con su mecanismo. Si es de los que hace cola para conocer cada nuevo templo del consumo de trapos, o si es de los que ha entrado precisamente “al trapo” de la quiebra del concepto de temporada, para tener que pasarse por tal catedral del vestido cada quince días o tres semanas, disfrútelo bien. A mí, simplemente, no me cunde. Nunca lo ha hecho ni, a estas alturas, me interesará. Y, es más, creo que es uno de los elementos que más hay que revisar de cara a una transición ordenada hacia un nuevo marco de sostenibilidad.

En fin, como siempre… Aquí, abriendo debate sobre cuestiones que les puedan interesar, fundamentalmente para que se expresen. Porque todo lo que he hilvanado —fíjense que el verbo viene hoy muy al pelo— sobre el particular, me sirve y me dota de coherencia con mis propias actitudes y acciones, a partir de mis creencias e ideas. Pero, de la misma forma, resultará sencillamente marciano para quien, a partir de otra experiencia vital, formule planteamientos diferentes. Y eso es a mí lo que más me interesa, explorar nuestros límites comunes y los antagónicos, que para eso somos seres sociales y vivimos con otras personas. Solamente del intercambio sosegado de paradigmas e ideas surge la hegeliana síntesis, a partir de la tesis y su antítesis, y esto sirve tanto para el análisis en este tema, como para cualquier otro. Y es lo que me mueve y gusta.

¿Son ustedes de comprar mucha moda? O, ¿quizá se parecen un poco más a mí? Ya me contarán ustedes… En cualquier caso, no sé si están o no de acuerdo conmigo en el cierto patetismo que dimana de las crónicas, pongamos por caso sobre personajes públicos en el entorno de la Jefatura del Estado, que con rancios adjetivos y expresiones hablan de su acierto en la elección de lunares o rayas, del tocado o de la pulsera a juego… ¿Qué les parece? ¿Lo compran, o no? En cualquier caso yo, cuando asisto a tales descripciones, les contaré que visualizo el giro de La Tierra en su órbita o, mucho más allá, la sobrecogedora belleza de los astros, la evocadora silueta recortada de la Vía Láctea o, por imaginar, me sitúo mucho más allá. Entonces, en lontananza, veo también un diminuto planeta, con miles de especies diferentes y una, en particular, que creo que no ha entendido nada… Un pensamiento que quizá usted pueda compartir, al menos en alguna medida, o denostar. Pero que es el mío y que, ante este tema, surge y lo comparto, a bocajarro y, como la tela, para deshilachar…