Hay personas que disponen de un vasto conocimiento adquirido a través del tiempo, leyendo, estudiando, viajando, o investigando; un bagaje que les aporta una base cultural importante para desarrollar cualquier actividad y para moverse cómodamente en la sociedad y en el trabajo. Son personas muy bien preparadas para triunfar social y profesionalmente. Políticos de talla, líderes de opinión o empresarios de éxito, que circulan por la vida como el pez en el agua.

Pero no son este tipo de personas a las que me quiero referir si no a las que utilizan el conocimiento para actuar con prudencia, con sensatez, con ética, con solidaridad, con cordura, con mesura y con sensibilidad, mediante un proceso de observación y de reflexión de la realidad del mundo, de la propia y de la ajena, y es desde esta perspectiva desde la que actúan.

Personas que, sin ser tan sabias, saben llegar al corazón.