En una intervención de poco más de 7 minutos, Juan Mayorga, Premio Princesa de Asturias de las Letras, pronunció un emotivo, entrañable y brillante discurso sobre las “letras”, en el que ascendió desde las letras a las obras de la literatura, centrándose en las obras de teatro que es a las que dedicó fundamentalmente su actividad creativa.

Mayorga comenzó su alocución aludiendo a su ambiente familiar y relatando que un día lluvioso su hija Raquel, que entonces era muy pequeña, vio a sus hermanos, Miguel y Beatriz, dibujando sobre un papel. Y les preguntó qué hacían y ellos le respondieron que escribían letras. ¿Todas las letras?, inquirió de nuevo la pequeña, Sí, todas las letras.

Así comenzó su discurso el galardonado, el cual supo captar perfectamente la atención de los asistentes a los que fue llevando de la mano hasta adentrarlos en lo que son las obras de teatro. Personalmente, recibí un vídeo sobre el discurso con una leyenda anónima que decía: “El discurso de Juan Mayorga: el más bonito que he escuchado. Coincido en que su disertación fue muy atractiva, brillante y mantuvo la atención. Pero no puedo aseverar que sea el más bonito que haya escuchado, a pesar de que, insisto, no solo captó y mantuvo permanentemente mi atención, sino que lo escuché con mucha complacencia.

Si hubiera que poner un reparo diría que el premiado le dio un relieve excesivo a las letras. A mi modo de ver, no son las letras, ni tampoco las palabras, sino los conceptos lo que produce el mágico resultado de alumbrar las obras de la literatura, entre las que cabe destacar las obras de teatro y las novelas.

En efecto, entre las principales necesidades del ser humano, ocupa un lugar esencial la de expresarse y comunicarse con sus congéneres. Por eso, ha ideado distintos sistemas a tal efecto, siendo los sonidos el más importante de todos. Pero, lejos de encerrarlos en un único sistema de comunicación, el hombre los articuló en dos: la música y la lengua o idioma. Con la música, produjo una sucesión de sonidos modulados para recrear el oído. Y, a través de la lengua, ideó un sistema de comunicación y expresión verbal propio de un pueblo o nación, o común a varios.

Dejando ahora a un lado la música, importa resaltar que la lengua tiene una vinculación de origen que la limita: es la concreta y particular expresión verbal de uno o más pueblos, por eso se habla no de lengua en singular, sino de lenguas en plural.

En las lenguas, los caracteres que representan los sonidos, lejos de ser los mismos para todas, hay muchos y difieren entre sí extraordinariamente. Además, en cada idioma las ideas se expresan por palabras que nada o muy poco tienen que ver de uno a otro. E incluso hay lenguas en las que las palabras se leen de manera diferente a como se escriben. Las cosas llegan hasta tal punto que el nativo de un pueblo puede no entender una sola palabra escrita o pronunciada en una lengua distinta de la suya.

Por eso decía que tampoco las palabras son las que mayor relieve tienen en el mundo de la literatura. Recuerdo un profesor que al hablar de los silogismos ponía el siguiente ejemplo: Premisa mayor: todos los pirots karulizan eleticalmente. Premisa menor: A es un pirot: Ergo: A karuliza elaticalmente. Y finalizaba: hemos hecho un silogismo perfecto, que no significa nada.

Por aquí llegamos a la afirmación de que lo relevante son los conceptos: las letras son los instrumentos con los que formamos las palabras, las cuales solo valen si significan algo: si expresan ideas que concibe el entendimiento y que debidamente entrelazadas configuran el relato teatral o novelístico.