En mi anterior minuto, el del jueves pasado, había la incógnita del hombre que había descendido al Prestige desde un helicóptero, cuando el navío, apagadas las máquinas, estaba a una milla escasa de la costa de Muxía a punto de embarrancar. Decía, en mi descargo, que me sonaba el apellido Díaz, pero que no había logrado descubrir la filiación completa en la abundante información periodística vertida con motivo del vigésimo aniversario del accidente. Anduve revolviendo con el apellido Díaz, hasta que, por chiripa, me vino el nombre de Serafín, y entonces Google me confirmó el hecho, y la hemeroteca me inundó con un sinfín de datos. Además, desde Londres, su hijo Nacho, que fue alumno mío en el colegio “Peñarredonda”, me dio un amigable tirón de orejas por el olvido. Ciertamente ese hombre fue Serafín Díaz Regueiro, quien al decir de José Luis López-Sors, responsable máximo de la operación, en declaraciones recogidas por este diario el reciente 20 de noviembre, “algunos se jugaron la vida, como el bueno de Serafín Díaz, el ayudante de inspección de buques que bajó al barco desde el helicóptero, y eso que tenía más años que yo”. Si en noviembre de 2002 contaba los 68 años, ahora debe rozar los 88, y es ocasión de agradecer, una vez más, su valiente intervención. Y va por ti y por tu familia, Nacho.