Cómo son los anglosajones con sus palabros. Qué complicado es traducir sus sarcásticos neologismos y qué precisos son explicando lo que viven las mujeres. A veces incluso sin darse cuenta. ¿Conocería Janet Yellen —la primera mujer al frente de la Reserva Federal norteamericana (Fed, en inglés)— esta palabra cuando era interrumpida constantemente? Una investigación reciente con el título Yellin’ at Yellen (Gritando a Yellen) ha comparado todas sus comparecencias en el Congreso con las de aquellos que la precedieron en el cargo, concluyendo que los legisladores reaccionaron ante su nombramiento con sexismo, mostrando una hostilidad jamás vista y siendo mucho más agresivos con ella.

Manterrupting suena mejor que machinterrupción, aunque no tengo claro si es porque las palabras en inglés siempre parecen más acertadas. Más allá de cómo suene, lo importante es lo que se explica en la propia palabra: esa tendencia tan común de interrumpir a las mujeres. Si quien lee estas líneas es mujer, sabrá de lo que hablo. Es necesario ponerle nombre a estas cosas porque si no lo tienen parece que no existen. Si el lector es hombre, puede que ni siquiera sea consciente y que no haya caído en la cuenta de que, en general, interrumpen más. Puede que en su cabeza ahora retumbe una voz que le diga que ya será para menos. Y sin embargo, los estudios corroboran esta teoría. Les daré un dato: los hombres interrumpen tres veces más a las mujeres de lo que interrumpen a sus congéneres. De hecho, parece ser que, al hablar con una mujer, no solo se interrumpe más, sino que también se usan más cláusulas subordinadas para alargar más las frases.

La respuesta de las mujeres es táctica. Se comparten técnicas para no ser interrumpidas y por supuesto se debe hablar con convicción. Se dice “sé” en lugar de “creo”, y “haré” en lugar de “podría”. Otro estudio sobre interrupciones y diferencias no verbales de género afirma que los hombres tienden a hacerlo cuando las mujeres sonríen o si no miran a su interlocutor. Así que ya saben, hay que mirar seriamente a los ojos para que no nos hablen encima. De momento no vamos bien. Los hombres dominan el 75% de la conversación, y con ello siguen tomando las decisiones importantes. Todo está relacionado.

Para sorpresa de nadie, si una mujer lucha por mantener su posición en este espacio dialéctico, a menudo se ve apartada, malmirada o enjuiciada porque está siendo difícil, y debe cesar con esa actitud hostil. Para ellas queda la represión, la contención, la pasividad y en último caso el abandono laboral. Este es el verdadero problema democrático que vemos cada día en las redes sociales: el de cómo la mitad de la población se ve expulsada de espacios que le corresponden por derecho. La buena noticia es que aparentemente aquellos hombres con hijas no se comportan de esta forma, y eso da esperanza. Otro día, si quieren, hablamos de la bropropriation, la tendencia de los hombres a apropiarse de los comentarios e ideas de las mujeres como si fueran suyas. Todavía no he encontrado la traducción al castellano.