Opinión
Terrible retrato de interiores
Un tranvía llamado deseo, filme de Elia Kazan de 1951 basado en la exitosa obra teatral de Tennessee Williams, repuesto hace días por La 2, permite hoy una mirada centrada en el maltrato matrimonial y las complicidades familiares, culturales y sociales que lo “legitiman”, acentuadas en este caso por la inmigración. La estructura interna de las conductas que retrata resulta tan actual que estremece, con la sola diferencia, hoy, del reproche legal y (hasta cierto punto) social. Ni el autor de la obra ni el director del filme buscarían entonces focalizar con tal intensidad en el relato ese horrible fondo de armario del machismo, pero el gran arte se le va de las manos al creador, ofreciendo nuevas visiones al cambiar el punto de vista, como si en una pintura de múltiples capas y tonos el paso del tiempo, al destacar unos u otros, diera cuenta de la terca consistencia de la mezcla.
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