Opinión | El correo americano

Terminar el trabajo

Kevin McCarthy cumplió su promesa de que se mostraría respetuoso durante el discurso sobre el estado de la Unión. Sí, la buena educación es noticia. Pareció incluso que mandaba callar a su compañera, la congresista Marjorie Taylor Greene, cuando esta última se veía incapaz de contener su rabia adolescente. Bien es verdad que el presidente de la Cámara de representantes no encontró suficientes razones para aplaudir cuando Joe Biden propuso defender conjuntamente la democracia. Quizás se sentía aludido al sospechar que había algo de reproche en esas palabras del presidente, quien estaría señalando a algunos líderes de su partido como enemigos de este sistema de gobierno (Biden calificó de extremistas a los seguidores de Trump en su primer discurso sobre el estado de la Unión. Se ha dicho que en esta ocasión no lo hizo a petición de McCarthy), o que dicha declaración venía inmediatamente después de afirmar que había que ayudar al pueblo ucraniano tras la invasión rusa.

En cualquier caso, ni la democracia parece ser digna ya de una celebración bipartidista. Lo cierto es que Biden estuvo más ágil de lo esperado, sintiéndose cómodo en sus intervenciones (dejó clara su posición sobre el aborto, anunciando que haría todo lo posible para proteger Rose versus Wade, e insistió en la importancia de llevar a cabo una reforma de la Policía, con la familia de Tyre Nichols, víctima de la brutalidad policial, allí presente), destacando los progresos realizados (su gran Plan de infraestructuras y la ley de Reducción de la inflación) y respondiendo con sagacidad e ironía a los murmullos de sus adversarios (desafió a los republicanos que plantearon recortar programas públicos de pensiones y asistencia sanitaria como “Social Security” y “Medicare”). Y, lo más importante, su escenificación fue relativamente clara y, sobre todo, creíble. Biden parecía pronunciar su discurso, no un discurso impuesto, elaborado por múltiples asesores, ajeno a su estilo y a su forma de ser. Digamos que el discurso fue adaptado a su personaje y no al revés.

Biden se dirigió también al pueblo estadounidense, que, según indican las encuestas, no ha constatado el supuesto éxito de su gestión y se siente comprensiblemente frustrado. “Lo entiendo”, dijo. El presidente pasó una prueba difícil en un contexto asfixiante. La pregunta es, sin embargo, cuánto durarán los posibles efectos positivos de la performance. Hay demasiado ruido, una polarización extrema y mucha desafección política. La campaña es larguísima. Trump sigue siendo una influencia notable y condicionará las primarias republicanas, con independencia de si acaba ganando o perdiendo. Aunque Biden no haya confirmado todavía sus intenciones de presentarse a la reelección, quizás el presidente sea, de nuevo, la única opción viable en estos días de furia y posverdad. En su discurso dijo 13 veces la frase “terminar el trabajo”. Veremos.

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