Opinión | Solo será un minuto

No les toques el mito

Los mitos pueden ser peligrosos. Llevan detrás una corte de seguidores que pueden llegar a convertir sus simpatías en obsesiones. Y las obsesiones son siempre malas cuando nublan tanto la vista que despojan al entendimiento de su valor como protección contra los odios desenfundados, contra la subjetividad agresiva, contra el repelente vicio de despellejar a quien no piensa igual. Hay que tener cuidado con criticar a determinado tipo de mitos porque puedes provocar reacciones hostiles y virulentas entre las filas de los defensores que terminan siendo atacantes sin control ni sentido de la medida. No me toques el mito, que me irrito. Sobre todo, cuando ese mito recluta pasiones desenfrenadas en terrenos minados cuando se trata de plantear reparos, por pequeños que sean. Por argumentados que estén.

Terrenos como el mundo del entretenimiento. Es inútil discutir con personas que son devotas de todo lo que hacen y dicen los artistas con los que ponen los ojos en blanco. Artistas o también famosetes que se ganan la vida en platós llenos de comida basura. Terrenos como el circo de la política donde no importa lo que se dice sino el estruendo y la piltrafa dialéctica que se emplean, apelando no a la inteligencia y el sentido común, sino a la ceguera intelectual y el servilismo ideológico, anulando la posibilidad de crear programas respetables para sustituirlos por andanadas irrespetuosas y demagógicas. Terrenos como los que acogen la mala hierba del deporte mal entendido y tan extendido en el que se idolatran a dioses con pies de oro mantenidos por paganos que buscan pedazos de felicidad en lo que marque un casillero. No se te ocurra poner un pero —ni siquiera irónico— a esos mitos porque te puedes encontrar de golpe con un porrazo en forma de verbo incendiario.

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