Opinión | 360 Grados

Las autoridades británicas se ensañan con el fundador de Wikileaks

Sólo de “sadismo” o de “ensañamiento” puede calificarse el trato cruel que dispensan las autoridades carcelarias británicas al periodista australiano fundador de Wikileaks, Julian Assange.

Lo último sucedido en torno al más famoso recluso de la prisión de alta seguridad londinense de Belmarsh es la negativa de su dirección a permitir la visita de una delegación de Reporteros sin Fronteras.

Según la directora de la oficina en el Reino Unido y de las campañas internacionales de esa organización, Rebecca Vincent, la dirección de la prisión les comunicó a través de un funcionario que los periodistas estaban vetados.

“Les dijimos que acudíamos sólo como miembros de una ONG que apoya a los periodistas solicitamos hablar con la directora de la cárcel para tratar de encontrar una solución, pero se negó a hablar con nosotros”, explicó Vincent al diario alemán Junge Welt.

Julian Assange lleva más de doce años privado de libertad, siete de ellos como refugiado en la embajada ecuatoriana en la capital británica, de donde en abril de 2019 le sacó en volandas la policía después de que el nuevo Gobierno de Quito le retirada la condición de preso político que le había concedido el anterior presidente, Rafael Correa.

En la cárcel de alta seguridad de Belmarsh sigue desde entonces recluido en condiciones de casi total aislamiento como si se tratara de un peligroso terrorista y siempre en espera de lo que pueda decidir el Alto Tribunal británico sobre la extradición que reclama EEUU para juzgarle por sus extraordinarias revelaciones periodísticas.

De nada sirvió que en un primer procedimiento judicial, una juez británica emitiese un veredicto contrario a su entrega a Estados Unidos por considerar que aumentaría el peligro de suicidio, dado su delicado estado de salud tanto física como mental.

El principal “delito” de Assange es haber desvelado a través de su organización Wikileaks algunos de los numerosos crímenes de guerra, entre ellos ejecuciones sumarias y torturas, cometidos por las Fuerzas Armadas de EEUU tanto en las campañas de Irak y Afganistán como en la llamada “guerra antiterrorista”.

La directora de Reporteros sin Fronteras critica que los medios británicos apenas presten atención a su caso, a diferencia de lo que ocurre con los de otros países, sobre todo franceses, alemanes o británicos, que al menos han cubierto sus comparecencias ante la justicia del Reino Unido.

Y ello, pese a que la suerte de Assange, si es finalmente, extraditado, es la que pueden correr en el futuro los periodistas de investigación que se atrevan a revelar secretos que gobiernos poderosos como el de EEUU consideran que nunca debieron salir a la luz pública.

Rebecca Vincent dice no haber visto nunca un caso semejante pese a haber asistido a procesos contra periodistas en distintos países y se manifiesta personalmente avergonzada como ciudadana británica de que ni siquiera se permita a su ONG visitarle.

Según Vincent, sólo el presidente de EEUU, el demócrata Joe Biden puede poner fin al calvario de Assange si su Gobierno retira los cargos de alta traición que pesan sobre él y por los que puede ser condenado hasta a 175 años de cárcel.

Reporteros sin fronteras ha pedido también ayuda al actual primer ministro australiano, el laborista Anthony Albanese, ya que Assange es ciudadano de Australia, país que al mismo tiempo coopera estrechamente con EEUU, Canadá, Gran Bretaña y Nueva Zelanda en materia de espionaje. Se los conoce como los Cinco Ojos.

Suscríbete para seguir leyendo