Opinión

Científico, académico, escritor y humanista

Respeto de los Derechos Humanos y la cultura de paz

“Alcanzar la PAZ auténtica y verdadera es mucho más que la ausencia de guerra, que garantice la convivencia pacífica entre los pueblos del mundo y las personas que los habitan”

¿Cómo es posible que en el siglo XXI sigan proliferando los conflictos bélicos? En las últimas décadas han sucedido demasiados accidentes en la democracia a nivel mundial, hay que reflexionar profundamente sobre lo que se ha hecho mal y rectificar a tiempo para enderezar el rumbo de los pueblos del mundo y encaminarlos hacia la concordia y la paz. La sabiduría de los pueblos se transmite de unas generaciones a otras (escuchar a los mayores), nos enseña los errores del pasado. La fuerza de los pueblos radica en su memoria, que tengan en cuenta su identidad, sus valores, su lengua, su espíritu de superación y de lucha para afrontar las dificultades y salir adelante. Cuando los pueblos están sometidos al pensamiento único por el poder dominante no hay libertad, se rompe la armonía, sobrevienen los conflictos y aparece la violencia, las guerras, el hambre, el terrorismo económico. Un mundo sin alma es sumiso y no se rebela, mientras que, si existe un pensamiento propio y una resistencia, se alza la voz y no se aceptan estas situaciones, tenemos ante nosotros la oportunidad de que las cosas cambien, que los pueblos puedan crecer y desarrollarse en libertad y de forma pacífica. Esto lo permite la democracia, gracias a la participación social, haciendo posible que se respeten los derechos humanos.

En democracia, el derecho y la igualdad es para todos, a pesar de ser imperfecta, es la única forma de poner en práctica los derechos humanos. Es importante trabajar por la solidaridad de los pueblos, encaminarlos hacia la vida y no hacia la muerte. Hay que respetar la pluralidad, la diversidad, compartir la verdad, el pensamiento, la acción. No podemos vivir sin utopías, es posible construir un mundo mejor y debemos luchar por ello, tenemos que recuperar los valores, pasar de un pensamiento único a un pensamiento dialogado que haga posible que florezcan las identidades culturales.

El fin de la educación es la práctica de la libertad, generar espacios de libertad, generar conciencias críticas, hombres y mujeres para la libertad. Es necesario crear una cultura de paz en los pueblos que perdure en el tiempo. El poder y la economía o se utilizan adecuadamente o se crean muros invisibles, y en un mundo sin alma no existen los pueblos sino los mercados. El desafío tiene que ser el crear un mundo más justo y solidario, donde todos los seres humanos podamos vivir en libertad y seamos iguales en dignidad. En este proceso juega un papel decisivo la educación. En la construcción de la vida, la acción tiene que ser permanente, se necesitan héroes y heroínas que lideren los pueblos para transformarlos y ofrecerles a sus gentes un proyecto de vida de dignidad para todos, ese tiene que ser el caminar de los pueblos.

Que los gobernantes escuchen más a sus gentes, que quieren vivir en paz, que haya tolerancia y que se respeten los derechos humanos. Hay que educar en la cultura de paz, derribar fronteras y muros invisibles y acabar con la cultura de la violencia, y eso solo será posible trabajando sin descanso para construir los baluartes de la paz en la mente de los seres humanos. Tenemos que reflexionar más, repensar el mundo en el que vivimos e intentar construir entre todos un mundo mejor, las generaciones venideras lo agradecerán.