Gárgolas

‘Hic et nunc’

Josep Maria Fonalleras

¿Por qué nos empeñamos en grabar o en fotografiar los momentos memorables (hablo de conciertos, sobre todo, pero también de otros acontecimientos únicos, intransferibles) en lugar de disfrutarlos en el momento (que intuimos como memorable, pero todavía no lo es del todo) y dejar que el recuerdo, sin ayuda digital alguna, haga el resto? Todos lo hemos hecho y todos (o muchos de nosotros) lo seguiremos haciendo. Justamente para evitar que aquella memoria de los momentos se marchite, para redescubrirlos con añoranza el día menos pensado (cuando se despierta una alarma que nos los evoca), para enseñarlos a los amigos, para glorificar el instante y dejar constancia del yo estaba allí.

Los móviles forman parte inseparable de la experiencia, por una razón u otra, e incluso se aprovecha la circunstancia para decorar el anfiteatro, para hacerlo lucir con las lucecitas de la linterna. ¿Puede molestarnos? Por supuesto. ¿Nos pasa desapercibido después de haber asumido que no hay nada que hacer y que todo el mundo lo hace? También. ¿Aún quedamos asombrados cuando vemos imágenes como ese partido de baloncesto en el que, ante la canasta histórica, solo un hombre mira la jugada a simple vista mientras todo el pabellón la fotografía o la graba? Muy probablemente.

Y ahora llega Bob Dylan y prohíbe los aparatos. Y propone, en el Liceu, un ambiente íntimo y oscurecido, penumbroso y sugerente. Y, para ello, pone en práctica un sistema sofisticado (la bolsa magnetizada, con el móvil dentro, enclaustrado e inactivo durante dos horas) para evitar tentaciones. No bastaba con pedir que nadie lo utilizara. Había que contratar a una empresa, especializada en la disuasión, para que anulase la posibilidad de una grabación clandestina, de una foto cazada al vuelo con Dylan al fondo, quizás un selfi que remarcara la presencia (hic et nunc) del propietario del móvil en ese preciso momento, en esa hora exacta. Quien haya querido atesorar la memoria del cantante y la propia memoria del concierto, habrá tenido que conformarse con una foto ante las puertas de Plensa, a la salida.

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