Las costuras de la identidad

Periodista

La última novela del Nobel francés Patrick Modiano, Chevreuse, acaba de ver la luz en España. Otra variación sobre la que vuelve este escritor de los bulevares periféricos, la identidad: “Estaba acostumbrado a vivir en una estrecha frontera entre la realidad y el sueño”. El protagonista, Jean Bosmans, intenta dibujar una parte de su pasado, en el que, como en la vida de Modiano, hay sombras que nunca se desvanecen. Cuesta imaginar a Modiano suscribir o justificar el recurso a la violencia como una forma de ser, que sí ha abrazado su colega Annie Ernaux, la más reciente Nobel de la literatura francesa. Con un estilo descarnado y febrilmente autobiográfico, Ernaux dijo de la revuelta de los chalecos amarillos que no era ni nihilista ni reaccionaria, como muchos intelectuales tacharon a ese movimiento sin etiqueta política. El malestar del hexágono ha vuelto a echar humo, esta vez a raíz de la muerte de Nahel, un muchacho de origen magrebí de 17 años a manos de la policía. La violencia policial desmesurada forma parte de lo más dislocado del paisaje francés, las banlieus, suburbios sin horizonte en los que enraíza el odio a la policía como representante de un Estado ajeno y un pretexto para una revolución sin fines políticos, pero seguramente con fundamentos, aunque en ese río de fuego se arrimen pescadores de toda laya.

Películas como Los Miserables, de Ladj Ly, retrata con verismo y angustia tanto la vida de los que el título abraza como la de los policías, de quienes Pasolini recordaba que eran más hijos del pueblo que los de la burguesía con mala conciencia que nutrían las Brigadas Rojas. Frente al modelo republicano de fabricar franceses, que parece en bancarrota, se exhibía el estadounidense y su multiculturalismo. Pero marginación y desigualdad también arraigan y se resienten en metrópolis de Estados Unidos. La furia de los olvidados, a menudo negros o hispanos, se desata, sobre todo cuando episodios de ciega violencia policial son plaga. Cómo atajar una grieta que habla de las costuras en carne viva de la identidad francesa, vertebral para la construcción de Europa. Johny Pitts, negro británico mestizo nacido en Sheffield, ha creado un formidable libro-reportaje y acuñado el término Afropean para demostrar que “europeo no es sinónimo de blanco”. Impagables los cuatro días que pasa en el suburbio parisino de Clichy-sous-Bois. Tan valioso como Las leyes de la ascensión, de Celine Curiol, fresco de París como concentrado de la compleja Francia contemporánea, en la que escuchamos voces que no encuentran acomodo en la Francia de Macron. ¿Son llamas y humo de una nueva revolución o puro estallido nihilista que reniega de lo que Macron ofrece? También una forma de realidad aumentada de la hipócrita política europea respecto a una inmigración imprescindible para nuestra decadencia demográfica, pero que ceba un cementerio marino mientras paga a mafias y gobiernos desde Rabat a Ankara para que los que huyen y no hallan cauce no lleguen. ¿Quién sacará más rédito de esas llamas y ese humo? Acaso quienes más desprecian a los inmigrantes frente a los buenos franceses y los buenos españoles. .

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