Al azar

Feijóo y Sánchez, copresidentes

Matías Vallés

Matías Vallés

John Adams era el presidente de Estados Unidos a finales del siglo XVIII. Su vicepresidente, Thomas Jefferson. Sin embargo, representaban a partidos antagónicos y enfrentados en las urnas. La legislación electoral obligaba a que el candidato más votado accediera a la presidencia, mientras que el segundo político más votado desempeñaba la vicepresidencia. Feijóo y Sánchez serán los aspirantes con más sufragios el 23-J, y con toda probabilidad por este orden. En tal caso, y dada la insistencia del líder del PP y de eminencias como Felipe González en que el PSOE vuelva a encumbrar a su máximo rival, lo lógico es que ambos políticos compartieran la cúpula presidencial garantizada al unísono. ¿Suena raro? No menos que la patraña de la derecha investida gratuitamente por la izquierda.

Antes de seguir, conviene recordar que Estados Unidos eliminó la anomalía constitucional de una presidencia casi compartida a principios del siglo XIX, mediante una enmienda que instauraba la situación vigente. Sin embargo, la copresidencia de facto no es más absurda que la eliminación radical de quien va a conseguir un porcentaje no muy distanciado del ganador. Esta propuesta templaría cuando menos la pasión de Feijóo por blindar acuerdos preelectorales esotéricos. También entibiaría los ánimos conciliadores de los felipistas, porque desnudaría su obsesión auténtica de erradicar a Sánchez, una pulsión en la que superan a la suma de PP y Vox.

Feijóo y Sánchez, copresidentes primero y segundo, no es la única opción. Grecia se acaba de sumar a la variante italiana que prima a la mayoría electoral, hasta el punto de que el conservador Kyriakos Mitsotakis se ha ganado 158 de los 300 escaños en juego con solo un cuarenta por ciento de los votos. El PP aplaudiría hoy esta medida, siempre que no se adoptara para la eternidad. Y la hipótesis de un Sánchez de adjunto a cambio de su voto puede resignar al líder popular a una vicepresidencia de Santiago Abascal, a cambio de no acudir a su propia proclamación para no mezclarse con Vox, de acuerdo con sus ausencias precedentes de Castilla y León o Balears.

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