El triángulo

Y si nadie lo consigue

Ángela Labordeta

Ángela Labordeta

Estamos en las horas previas a la constitución de la Mesa del Congreso y todo sigue en el aire. Hay propuestas y nombres que se mueven en sobres sellados y lacrados, poco más, hasta que en un abrir y cerrar de ojos de la chistera saldrá un conejo, y las críticas de un lado y los aplausos del otro darán la bienvenida a este nueva legislatura, compleja y agitada legislatura.

Bien es cierto que el resultado electoral del pasado 23-J ha dejado las cosas muy difíciles y se complicaron todavía más cuando los votos emitidos por los españoles residentes en el extranjero decantaron un escaño hacia el Partido Popular, porque si hasta ese momento la abstención de los de Puigdemont era suficiente para que Sánchez volviera a la Moncloa, a partir de ese instante el sí de los de Puigdemont se hizo más necesario para un Gobierno progresista, a no ser que finalmente Coalición Canaria dé el sí a los de Sánchez de manera que habría más síes que noes y con que Junts se abstuviera tendríamos ese gobierno de progreso del que sus protagonistas hablan. Pero en todo este lío Coalición Canaria dice que dialogará con unos y con otros, el PP también mete en su ecuación a Junts que luego saca y Junts, por su parte, se deja querer, que en eso se basan las negociaciones, no sin afirmar una y otra vez que con los de Abascal a ningún sitio.

Vistas las cosas parece que quien en estos momentos tiene más fácil la gobernabilidad de España es el señor Sánchez, en una legislatura donde el peso territorial será muy alto y no por casualidad, sino porque los españoles así lo han decidido y así lo tienen que asumir los dos grandes partidos, sin entrar en ese tipo de descalificaciones de las que el Partido Popular, aupado por Vox, abusó en la pasada legislatura cuando hablaba de gobierno okupa o gobierno Frankenstein, creando paralelismos que sugirieran que aquellos que gobernaban en coalición no estaban legitimados. A pesar de los votos y de las sumas.

También puede ser que nadie lo consiga y volvamos a votar y volvamos a quedar en una situación igual o peor. En política lo responsable es jugar con las cartas, que en este caso son los votos que el pueblo reparte; el resto es ruido y no haber entendido nada. O no haber aprendido nada, que quizá sea lo peor que le puede pasar a un político.

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