Inventario de perplejidades

Borja Sémper y la independencia

José Manuel Ponte

José Manuel Ponte

Apareció en la vida pública española a petición de Núñez Feijóo, que necesitaba darle al PP una imagen centrista que mitigase las estridencias protofascistas de Vox, el aliado incómodo del ticket electoral de la derecha.

El papel encomendado a Borja Sémper no era el de asesor, experto, o consejero áulico, al estilo de Miguel Ángel Rodríguez, al que se supone haber creado a José María Aznar y a Isabel Díaz Ayuso, dos sosos como líderes de masas, a partir de dos frases de mágica eficacia: “España va bien” y “Los comunistas odian la libertad”. Muy al contrario, a Borja se le exigía presencia física en aquellos foros en los que se maliciaba la intervención de periodistas de obediencia obligada al servicio del progresismo monclovita. Entonces, aparecía en escena el político vasco con sus superpoderes y su inconfundible aspecto de “chico bien de Neguri” para poner las cosas en su sitio.

El protagonismo excesivo de Borja no fue bien digerido por una parte de la militancia del PP, justamente aquella fronteriza con Vox. De hecho, el partido que ahora lidera Núñez Feijóo nació de una costilla de don Manuel Fraga Iribarne, ministro de la Dictadura, padre de la Constitución y presidente casi vitalicio de la Xunta de Galicia. Hasta cuatro mayorías absolutas consiguió el político de Os Peares antes de ser nominado por aclamación como secretario general del PP tras el apuñalamiento de Pablo Casado a la vista del público. Un espectáculo deprimente que hay que desear que no se repita si fracasa el nuevo intento de ocupar La Moncloa por las huestes podemitas.

El desembarco de “independientes a la carta” en la estructura de los partidos para corregir desvíos clamorosos en la imagen de moderación fomentada desde la sala de mandos ha proliferado más de lo debido. Con la consecuencia indeseada de que una parte, no pequeña, del electorado haya llegado a la conclusión de que la gente de la política es impresentable y hay que traer de fuera personas de limpio proceder. Entre ellas, se supone, Borja Sémper, que ni siquiera tiene carné del partido.

La sobrevaloración de la independencia como espejo de virtudes y garantía de incorruptibilidad en la gestión de los asuntos públicos ganó prestigio. Cerca de aquí, en Italia, con la que tantos rasgos de carácter tenemos en común, el veterano presidente de la República, Sergio Mattarella, ante la imposibilidad de los partidos para ponerse de acuerdo sobre la gobernación del Estado encargó la tarea al prestigioso economista Mario Draghi, con una brillantísima trayectoria académica y financiera. El experimento resultó bien, al menos durante el tiempo de duración marcado en el compromiso, pero no tuvo continuidad en cuanto los partidos se dieron el alta hospitalaria apenas iniciada la rehabilitación.

Indudablemente, Borja Sémper no es Mario Draghi y tampoco su objetivo, al ser reclamado por Núñez Feijóo, es el mismo, pero sirve para ejemplificar.

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